Capítulo 106

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La pediatra estaba esperando a que se elevara la baliza de entrada a su urbanización. Le dolía la cabeza y tenía el estómago revuelto. Al final había sido una suerte que Alba rechazase su propuesta para salir a cenar porque iba a ser incapaz de probar bocado. No dejaba de pensar en Raúl, ¡no lo soportaba! Y mucho menos la idea de que fuese tan amigo de Alba. Algo en su interior le decía que debía estar alerta. Se sentía cansada, hastiada y enfadada con Alba y consigo misma, por ser tan impulsiva, por esperar siempre que las cosas le salieran bien cuando estaba claro que casi nunca le salían. Y la maldita baliza que no subía. De pronto el móvil comenzó a sonar y accionó el manos libres sin percatarse de quién llamaba.

- ¿Si?

- ¿Nat?

- ¿Alba? – preguntó aún cuando sabía perfectamente quien era. No esperaba esa llamada y menos después de que ella prácticamente le hubiese colgado.

- Sí, soy yo, Nat, ¿estás ya en casa?

- No, estoy a punto de llegar – le dijo arrancando por fin tras izarse la baliza.

- ¿Aún quieres que nos veamos?

La pregunta la dejó aún más sorprendida que la llamada, pero una sensación de alivio comenzó a apoderarse de ella.

- ¿Y Raúl?

- Prefiero cenar contigo. Recógeme y subamos a la sierra – le prepuso con cierto temor a escuchar una negativa.

El silencio se hizo al otro lado y la enfermera comenzó a ponerse nerviosa. No podía ver la amplia sonrisa que se había dibujado en el rostro de Natalia que detuvo el vehículo y comenzó a dar marcha atrás para cambiar de dirección, pero antes iba a hacerla sufrir un poquito, aunque solo fuera por el mal cuerpo que había logrado ponerle. De repente se sentía mucho mejor.

- ¿Nat? – preguntó al ver que no respondía.

- ¿No decías que era tarde para subir a la sierra?

- Me lo he pensado mejor.

- ¿Dónde estás?

- En el centro, pero debería pasar por casa para coger algo de más abrigo y para cambiarme mañana.

- No sé...

- Venga Nat, no me hagas rogarte si apenas han pasado veinte minutos desde que me llamaste, he tenido que terminar el café y buscar una excusa.

- Está bien. En tu casa nos vemos. Voy para allá, tardaré un poco ¿eh?

- No me importa. Te espero, ¡yo también estoy deseando verte! te quiero mi amor y... ¡te he echado mucho, mucho de menos!

- ¡Y yo a ti!

- No tardes que ya me imagino delante de la chimenea y... - Natalia soltó una carcajada.

- No sigas que vas a conseguir que me distraiga y me salga de la carretera.

- No corras, cariño que te espero lo que haga falta. Hasta ahora.

- Hasta ahora – repitió la pediatra, que se encaminó hacia la ciudad llena de alegría y recriminándose por ser tan tonta y por desconfiar de Alba.

Alba se plantó en medio del enorme salón decorado con muebles rústicos y giró sobre sí misma.

- ¡Lo has cambiado todo! – exclamó con aire decepcionado.

La ClínicaWhere stories live. Discover now