Capítulo 8

807 41 7
                                    


En el centro de Madrid, el Comisario Martínez acababa de llegar a su despacho cuando recibió una llamada a su móvil personal.

- ¿Señor? Soy yo – escuchó al otro extremo la voz de un hombre joven – ya hemos estudiado el informe que nos pasó.

- Bien – dijo haciendo una pausa que aprovechó para accionar la tecla de grabación, a esas alturas de su vida no se fiaba absolutamente de nadie - ¿tu padre qué opina?

- Ve factibles varias opciones.

- Pero... ¿con todas las garantías?

- Sí señor, con todas, jamás podría relacionársele a usted.

- Bien, bien – volvió a usar aquella muletilla que le daba unos segundos para pensar – pasadme un informe detallado con todas las posibilidades, quiero estudiarlo y sopesar los pros y las contras – volvió a hacer una pausa – de todas formas...

- Hay algo más, señor – lo interrumpió creyendo que ya no iba a decir nada y arrepintiéndose en el mismo momento de haberlo hecho.

- ¿El qué? – preguntó en un tono que detonaba la molestia que había sentido ante la insolencia de aquel jovenzuelo que no le llegaba ni a la suela del zapato a su padre.

- Hace un momento, desde la Clínica han reservado un billete para Zurich, para esta misma noche, a nombre de la doctora.

- Interesante.

- Sí señor. Puede ser el momento idóneo. Si usted da su permiso.

- Eso iba a decirte cuando me has interrumpido – le espetó, aunque estaba seguro de que no serviría de nada, volvería a hacer lo mismo la próxima vez – No quiero que hagáis nada de momento.

- Pero señor, ocasiones como esta no se nos van a brindar fácilmente. Va a ir sola.

- De momento dejadlo – repitió empezando a impacientarse, ¿dónde había aprendido aquel chaval! ¿es que no era capaz de aceptar una orden sin cuestionarla?

- Señor, disculpe que insista, pero es la ocasión ideal – intentó convencerlo – en el extranjero, impedida, se verá como una víctima fácil, una turista más, puedo hacer que parezca consecuencia de un robo.

- No – repitió con más paciencia de la que sentía "¿un robo?" si no era capaz de explicarse en condiciones, tenía que hablar con su padre, estaba empezando a estar realmente harto de aquél mentecato – no, de momento.

- No lo entiendo... entonces... ¿qué quiere que hagamos? – preguntó desconcertado sin comprender como podía dejar escapar aquella ocasión de lujo para deshacerse de esa... no se le ocurría ningún calificativo.

- Ya te lo dije ayer, quiero a ese chico de las pintadas.

- En ello estamos, señor. Pero esta ocasión...

- ¿Es usted imbécil, sordo o las dos cosas? – vociferó de tal forma que su secretaria llamó a la puerta preocupada.

- ¿Necesita alguna cosa Comisario? – preguntó la joven. Él le indicó que no con la mano y le dijo que no le molestase nadie. La joven salió del despacho. Estaba deseando que le concediesen el traslado que había pedido, no soportaba a aquél viejo gruñón, nunca sabía a qué atenerse con él.

- Lo que te estaba diciendo – volvió al tuteo - No quiero que hagas nada, ¿me oyes? No necesitamos una mártir, ahora ya no. Si todo sale como espero, la hundiremos en su propia mierda y no podrá sacar la cabeza ni para respirar. Es mucho más valiosa desprestigiada que muerta.

La ClínicaWhere stories live. Discover now