Capítulo 46

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Tras el brindis, cada cual continuó cenando y charlando con los que tenían alrededor. Al cabo de unos minutos y tras el primer plato, Alba al otro lado de la mesa reía y bromeaba con Germán y Maika, parecía que se divertía y que el mal humor lo había dejado a un lado. Natalia charlaba con Sara y Jesús, deseando que acabara ya la cena, se le estaba haciendo interminable, apenas había probado bocado de aquel caldo frío que habían servido como primero, esperaba poder comer algo del segundo, pero cuando se lo pusieron delante fue incapaz de identificar aquello, ¿qué era! ¿carne! olía raro y lo miró con desconfianza sin atreverse a probarlo, pero las burlas de Alba acudieron a su mente, no iba a darle la razón, tendría que hacer un esfuerzo y comerse aquello. Aunque después de estar todo el día sin tomar casi nada se le había estragado el estómago y ahora era incapaz de meterse un trozo en la boca, el olor que desprendía empezaba a provocarle repulsión y, eso, unido a que no sabía qué era que era la hizo dudar. Miró a su alrededor y vio a todos comiendo, como si tal cosa, respiró hondo y se decidió "¡dios!", pensó "sabe peor que huele!". Germán, que seguía pendiente de ella, vio como partía su trozo en infinidad de pequeños pedacitos y cómo cogía uno y se lo llevaba a la boca, le dio un codazo a la enfermera y le susurró "verás, verás", intentando que Alba, que tras unos minutos de bromas volvía a estar mohína y pensativa, cambiara de humor.

- ¡Lacunza! – gritó Germán desde el otro lado – ¿te gustan esas tripas asadas? – preguntó riendo – no es un buen filete, pero... si quieres tomar carne es lo que hay.

Natalia miró al plato y soltó lo que había cogido con cara de asco. Los demás la miraron divertidos, unos sonrieron y otros soltaron una carcajada, comprendiendo que Germán, después de su actuación con Oscar, había decidido darle la bienvenida al grupo, como uno más.

- Nat que no estamos en tus bodegas, aquí no hay ni jamoncito ni caviar – intervino Alba mirándola burlona. Natalia sintió que enrojecía, pero no dijo nada, y tomó otro bocado de aquello, desafiante, clavando sus ojos en ella - A la señorita o le traes caviar o no comerá nada. ¡Mirad que cara! – soltó una carcajada secundada por algunos de los comensales, la pediatra frunció el ceño "¿qué coño haces? Sabes que eso es falso, ¡ni siquiera me gusta el caviar! y ¡lo sabes!" – Nat por dios que no son tripas, Germán bromea, deja de darle vueltas y ¡trágate ya eso! ni siquiera es carne – rió al ver que la pediatra mascaba aquel trozo chicloso sin ser capaz de tragarlo - ¡La que nos espera con esta aquí todas las noches! – exclamó adoptando un aire de indiferencia y resignación, buscando la camaradería de sus compañeros, en alusión directa a su presencia en la mesa.

Natalia la miró con furia, ¡ya estaba bien de burlarse de ella públicamente! pero la enfermera ya había cambiado la vista y volvía a hablar con Maika, Natalia sentía el calor instalado en sus mejillas y sus ojos chispeantes la buscaban a la espera de que levantase la vista o la dirigiese hacia ella. ¡No pensaba tolerar ni una burla más!

- No les hagas caso – le susurró Sara que se había percatado de lo molesta que estaba – siempre se burlan de los novatos y hoy te ha tocado a ti. Es la costumbre.

- Ya... - murmuró cabizbaja – seguro que es eso – comentó incrédula y con tanta rabia contenida que Sara se asustó – gracias por el intento, pero me voy a la cama – le espetó de mal humor y con el ceño fruncido.

- Espera – le pidió pero Natalia movió la silla hacia atrás, y la miró con ojos fulminantes. Sara, que no la conocía bien, se cohibió ante su gesto, pero no podía dejar que se marchara así – Nat, no miento, siempre las gastamos así - apresuró a tranquilizarla – no te vayas ahora, falta el postre y casi no has comido nada.

- ¿El postre! ¿para qué! ¿tenéis reservada la broma especial para él?

- No, claro que no – la miró con timidez – quédate, verás cómo te gusta.

La ClínicaWhere stories live. Discover now