Capítulo 7

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En recepción, Teresa esperaba impaciente a la enfermera. Fernando se había marchado hacía un buen rato y no sabía qué era lo que estaba haciendo allí arriba con Natalia, empezó a ponerse nerviosa, imaginando todo tipo de escenas y ninguna buena. De pronto vio como Claudia, que también se había marchado volvía a entrar.

- ¿Se puede saber qué haces aquí de nuevo? – preguntó con curiosidad.

- Me he dejado unos papeles que quería revisar esta noche – mintió con descaro, en realidad había vuelto porque no estaba tranquila de dejar a Natalia sola y menos después de saber que Isabel no había dado señales de vida en toda la tarde.

- Desde luego que Nat no se podrá quejar, ¡echáis más horas que un reloj!

- ¡Mira la que fue a hablar! ¿Qué haces aquí todavía?

- Espero a Alba.

- ¿Aún está con Nat?

- Si, y va casi media hora – dijo bajando el tono.

- ¿Quieres que te la mande para abajo? – preguntó burlona dirigiéndose al ascensor.

- No, no hace falta – dijo saliendo de detrás del mostrador para acompañarla hasta el ascensor y no perder ni un segundo de charla. Estaba harta y aburrida de esperar. Además, empezaba a estar preocupada pensando en que Natalia bajase con Alba y descubriese que había invitado a cenar a la enfermera y a ella no. Sabía que a Alba le pasaba algo y quería averiguar qué era, pero estaba segura que con Natalia delante la enfermera nunca se sinceraría.

En ese momento Gimeno y Alba salieron del otro ascensor. El médico llevaba el brazo colocado encima de los hombros de la enfermera y ambos parecían muy divertidos. Al verlas a las dos observarlos con detenimiento retiró el brazo.

- Venía diciéndole aquí a Alba que se prepare una buena dosis de antiácido, si va a comerse tus callos – sonrió y poniendo aire de despistado, haciendo como que acababa de caer en la cuenta de que eso sonaba fatal continuó – bueno, tus callos no, mujer, que no quiero decir que tengas callos, con esos pies, ni que Alba se los vaya a comer, digo los callos de Manolo... bueno, los de Manolo tampoco, que pobre Manolo que no sé yo si tiene o no tiene callos... lo dicho el antiácido – recomendó alejándose meditabundo y rezongando con cara de asco.

- Pero ¡habrase visto este hombre! – exclamó Teresa sin saber si molestarse o echarse a reír.

Claudia y Alba soltaron una sonora carcajada.

- Se puede saber qué ha querido decir – insistió Teresa.

- Creo que Gimeno se ha imaginado comiéndose otros callos – explicó Claudia riendo aún.

- Dios mío qué cabeza tiene este hombre – respondió Teresa y ante la mueca de las otras dos se echó a reír con ellas.

Natalia salió del despacho y bajó en el ascensor, su cabeza no dejaba de dar vueltas a la nueva nota, ya no sentía miedo, era algo peor, era pánico a la convicción de que se trataba de alguien capaz de entrar en su despacho sin despertar sospechas, alguien con quien ella trataba todos los días, y en ese caso no podía tratarse del chico de esa mañana, tenía que ser alguien que... se abrió la puerta y allí estaban las tres tan divertidas que Natalia se sintió desplazada, habían bastado unas horas desde su regreso para que Teresa se olvidase de ella y solo pensase en Alba. Alba... Alba... ¿por qué la habría besado? Natalia salió del ascensor con un gesto de dolor al girar la rueda de la silla. Al verla Alba tuvo la tentación de ir a ayudarla, pero antes de que le diese tiempo a moverse Claudia se le adelantó.

La ClínicaWhere stories live. Discover now