Capítulo 58

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En el patio central, Germán y Alba se afanaban en sacar adelante al joven que la enfermera había atendido en primera instancia y que presentaba problemas respiratorios. El médico estaba visiblemente contrariado, ese chico no debían haber viajado en ese camión, la fractura abierta que presentaba en la pierna no era nada comparado con los síntomas que mostraba y el evidente traumatismo torácico.

- No sé como coño no se han dado cuenta de cómo está.

- Es casi un niño y ya sabes como son....

- ¡Putas minas! – exclamó enfadado – aquí no puedo hacer más por él, tenemos que meterlo en el quirófano ya, no va a poder esperar.

- Pero Germán...

- Ya lo sé, ya lo sé... pero... Sara tendrá que poder sola – la interrumpió haciéndole señas a los jóvenes camilleros para que lo trasladasen. Anotó unas indicaciones en una hoja y la colocó encima de la camilla a los pies del chico – ahora voy yo - les dijo, observando como se marchaban con un suspiro se volvió hacia el siguiente.

- Este parece que ha tenido suerte – se adelantó la enfermera que ya lo había estado examinando.

- Y tú parece que cada día...

- No vayas a insistir – lo interrumpió con una sonrisa imaginando lo que iba a decirle - porque ya te he dicho en muchas ocasiones que me gusta mi trabajo y que no voy a estudiar medicina - bromeó.

- Una lástima... ¡eres buena! ¡muy buena!

- Y tú un adulador – respondió halagada - ¿qué es lo que quieres? ¿eh? – le preguntó sarcástica y una enorme sonrisa mientras terminaba de limpiar el corte del chico que atendían.

- ¿Yo!? ¿qué voy a querer? – sonrió pero sus ojos manifestaban todo lo contrario.

- Si es lo que creo no te voy a contar nada.

- Mira esto, dijo señalándole una de las señales que el chico tenía en la espalda.

- Azotes.

- Sí, y antiguos.

- ¡Esto es una mierda! – exclamó afectada al ver que el chico no tendría más de doce años y con seguridad llevaba desde los siete u ocho trabajando en aquellas condiciones – deberíamos denunciar esto o hacer algo.

- Dale agua y que descanse a la sombra – le indicó Germán que no respondió, no servían de nada sus denuncias – no sé qué vamos a hacer con toda esta gente, no hay sitio – suspiró levantándose y mirando a su alrededor donde decenas de pacientes estaban desperdigados por el suelo.

- No te preocupes – dijo incorporándose – seguro que Nadia ya está liberando algunas camas.

- Si – musitó – van a hacer falta. Mejor terminamos con este grupo, y cuando terminemos, nos metemos en el quirófano que ya deben de tenerlo todo casi listo – se desdijo de su decisión anterior, allí había demasiada gente para dejar a Sara sola - empecemos con aquel chico, tiene el brazo roto.

- Muy bien – asintió, girándose hacia el joven que acababan de atender y guiándolo hacia la sombra de los árboles.

Germán la observó unos instantes satisfecho y contento de verla en plena forma. Parecía la de antes del asalto del orfanato y eso lo llenaba de alegría. No puedo evitar pensar que Natalia tenía mucho que ver en ese ánimo de la enfermera, en esa seguridad y confianza que había recuperado y sobre todo en la alegría que veía en su mirada. Alba regresó a su lado y se agachó de nuevo junto a él.

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