Capítulo 142

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Los camiones se detuvieron en lo alto de la colina. Al final del camino, como un pequeño punto en la distancia se podía ver el puesto fronterizo. Habían llegado a su destino sin contratiempos. Era el momento de separarse de ellos y continuar sola su marcha hacia Nairobi.

André abrió la puerta trasera del camión y dio las instrucciones necesarias para que bajaran el jeep del mismo. Le entregó dos latas de gasolina que colocó en la parte de atrás, donde ya estaba su equipaje, una pequeña bolsa con lo imprescindible.

- No es necesario. El depósito está lleno.

- Nunca se sabe en estas tierras. Puedes perderte o pueden serte de ayuda – insistió entregándole un plano que ella cogió agradecida – no te salgas de los caminos señalados.

- No lo haré.

- ¡Suerte!

Se despidió de ella con un rápido abrazo.

- Gracias por todo, André.

- Ten cuidado.

- Lo tendré.

André, giro sobre sus talones dispuesto a subir al camión.

- ¡Espera! – Alba corrió tras él – dile a Germán que... que llamo a la central en cuanto aterrice en Madrid.

El joven cabeceó en señal afirmativa y terminó por subir al camión mientras Alba hacía lo propio en su jeep. Arrancó y comenzó a descender la colina en dirección al puesto fronterizo. Por el espejo retrovisor comprobó que los camiones se alejaban en dirección contraria.

No podía evitar sentir cierto nerviosismo. Apenas faltaba kilómetro y medio para llegar a la frontera y muy mala suerte debía tener para que la guerrilla la asaltara en ese pequeño trecho. Pero el miedo que le producía el hecho de encontrarse con ellos seguía anidado en su corazón. A su mente acudían las horribles escenas del orfanato y el nudo de su garganta se acentuó. Aceleró deseando llegar cuanto antes, pero debía tener cuidado con el irregular camino. "Tranquilízate", se dijo, y tomó una profunda bocanada de aire. "Piensa en Nat, en menos de dos días estarás con ella", sonrió imaginándose en su casa, recordando el día que se bañaron en el jacuzzi, el momento en que le pidió que se casara con ella. Casi sin darse cuenta se encontró frente a las garitas. Aquél puesto podía ser el último obstáculo para llegar a Nairobi, para encontrarse con el amor de su vida, si no fuera por eso, jamás se hubiese decidido a atravesar sola una zona tan peligrosa. Sí, pronto estaría junto a Natalia, siempre que los casi doscientos kilómetros hasta la ciudad los hiciera sin problemas.



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En la furgoneta los tres ocupantes se miraron. En los monitores que tenían delante podían observar todas y cada una de las habitaciones de la enorme casa y escuchar lo que sucedía en ellas.

- Tenéis que parar esto.

- Cálmese.

- Pero ¡mire a Nat! está fuera de sí. Esto es... - sus ojos se clavaron en otro monitor, el mismo que sus interlocutoras observaban con atención casi sin escuchar sus protestas - ¿qué hace?

- Se está preparando para actuar. Tenemos que entrar.

- No. Aún no, Martínez.

- ¿Cómo que no? ¡Nat está ahí sola!

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