Capítulo 54

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La pista de tierra roja se iba ensanchando a medida que se alejaban del campo de desplazados. Natalia permanecía con la vista clavada en el exterior, ¡qué diferente le parecía ahora todo! La alegría que mostrara al subir al jeep parecía haberse disipado, mantenía el ceño fruncido y una mueca de descontento en sus labios apretados. A Alba se le antojaba nerviosa y pensativa, conociéndola estaría preocupada por Josepine o por los análisis que debían confirmar si la otra embarazada tenía malaria, o por las quemaduras del pequeño, o por cualquier otro detalle al que estuviese dándole vueltas en su cabeza. Se sorprendió al verla saludar a todos y cada uno de los viandantes que se cruzaban por la polvorienta carretera, y que sonrientes levantaban sus manos hacia ella o hacían una pequeña inclinación de cabeza, sonrió para sus adentros, ahora Natalia sí que los veía, sí que los tenía en cuenta y sí que sufría por ellos, quizás a eso se debiese ese cambio en su expresión.

- Estás muy seria – rompió Alba el silencio - ¿te mareas?

Natalia quitó la vista del camino y la miró, negando con la cabeza y esbozando una leve sonrisa para mostrarle que no era así.

- No. Solo... pensaba.

- No te preocupes Nat, están bien atendidos. Nadia sabe hacer su trabajo, va a estar pendiente hasta que estén fuera de peligro, y ya sabes que, esta noche, Germán duerme en el campamento. No dejará que les pase nada.

- Germán y nosotras – saltó con rapidez – tenemos que estar muy pendientes de las posibles infecciones y...

- Nat – la interrumpió con fuerza - ¿qué te dije al salir! prohibido pensar en trabajo y mucho más hablar de trabajo. No estés tan seria, hemos salido para distraernos un rato. No pienses más en ello.

- No pensaba solo en ellos, sino en... en todo.

- ¿Y qué es todo? – sonrió condescendiente.

- En cómo trabajáis aquí, en todo lo que me has contado de la gente, en cómo viven, en cómo mueren, en la leyenda de Ngai – suspiró melancólica.

- Pues sí que estás tú animada - bromeó.

- Lo estoy – sonrió – aunque no te lo creas, estoy muy contenta, ¡mucho! – enfatizó la palabra – solo que... no puedo evitar pensar en todo, en lo diferente que es todo – suspiró de nuevo – no sé... los veo y....

- Te entiendo perfectamente – le dijo soltando la mano del volante y acariciando suavemente su rodilla. Natalia clavó sus ojos en esa caricia, imaginando las sensaciones que le habría producido de poder notarla.

- Alba....

- ¿Qué? – preguntó al ver que no seguía.

- ¿No es peligroso que vayamos solas! lo digo por lo de la guerrilla y los atracos y todo lo que me habéis contado y...

- No te preocupes, esta es la carretera a Jinja, nos desviaremos hacia el río dentro de poco, y esta zona está muy transitada y vigilada. Es difícil que se arriesguen a hacer nada por aquí. Ya verás la cantidad de gente que hay en las cataratas.

- Ah... creí que... íbamos a estar solas.

- Bueno... no sabía que querías estar a solas conmigo – sonrió burlona.

- No, no, no quiero – respondió rápidamente e inmediatamente se dio cuenta de lo brusco que había sonado y de que tampoco era verdad y se apresuró a desdecirse, sin que pareciese que sí que quería estar a solas con ella – bueno... no es que no quiera, quiero decir que sí quiero, vamos no que si quiera – continuó nerviosa – que no me... ¡joder! – exclamó al escucharla soltar una carcajada – no te rías de mí.

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