Capítulo 28

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Al cabo de unos minutos el convoy aminoró la marcha para, finalmente, detenerse. Natalia se giró hacia Alba con el pánico reflejado en sus ojos. Le había dicho en tantas ocasiones que no se pararían por nada que aquella detención la hizo sobresaltarse.

- ¿Qué pasa ahora? ¿por qué nos paramos?

- Hemos llegado a Uganda. Hay que pasar la frontera – le explicó Alba – tú no te preocupes que yo hablo por ti. Normalmente, no hay problema.

- ¿Y cuando lo hay...? – preguntó con temor.

- Tranquila que no lo... - se interrumpió al ver que no era uno de los guardias fronterizos quien abría la puerta del camión si no un soldado del ejército keniata y les indicaba que bajasen con el fusil – habrá – terminó mirándola y ahora también ella parecía nerviosa – tú no te preocupes y no les digas nada, ¿de acuerdo? Ya les explico yo por qué no bajas. Y, luego, si lo necesitas, vamos al baño.

- Vale, pero... no te vayas lejos – le pidió con un hilo de voz.

- Tranquila – le dijo levantándose para bajar.

Los soldados comenzaron a descender tras cruzar unas palabras con el compañero del país vecino. La enfermera bajó tras ellos, rozando a Natalia en el brazo al salir y volviendo a susurrarle "tranquila", al ver la cara casi desencajada de la pediatra y se detuvo un instante haciéndole una seña al guardia fronterizo que estaba tras los soldados. Natalia supo que hablaban de ella. André se acercó a Alba y le susurró algo al oído y Natalia vio como la enfermera se ponía nerviosa intentando explicarle algo al guardia que Natalia no era capaz de comprender, pero parecía que aquel hombre no terminaba de convencerse de lo que fuera. Luego, el guardia habló con los soldados. Natalia observaba todo desde su asiento, permaneciendo en silencio como le había aconsejado la enfermera, pero con la sensación de que su permanencia allí arriba estaba causando algún contratiempo. Buscó a Alba con la mirada, pero ella continuaba afanada en dar explicaciones al soldado. Finalmente, uno de ellos subió al camión y se puso frente a Natalia, la pediatra sintió que su corazón se aceleraba, asustada. Cuatro soldados más se acercaron a la puerta del camión y con sus fusiles impidieron que nadie se aproximase hasta ellos mientras escuchaba como se abrían y cerraban las lonas de la parte trasera. Estaban procediendo a un registro. "Menos mal que no solía haber problemas", pensó nerviosa. Alba permanecía abajo observando la escena y Natalia miraba hacia ella desconcertada y deseando que la enfermera la tranquilizase aunque fuese con una seña o un gesto, pero su cara le decía todo lo contrario, parecía preocupada. En ese momento el soldado que había subido al camión soltó el fusil y colocando ambas manos bajo los brazos de Natalia la izó hasta colocarla en pie.

- ¡Eh! ¿Qué coño haces? – gritó la pediatra intentando sujetarse a sus sudorosos brazos. El soldado sonrió divertido ante aquella reacción, acercó su cara a la de la pediatra y masculló unas palabras inteligibles para ella, a pesar del agobiante calor sintió un escalofrío, no entendía lo que decía, pero aquel tono le recordaba a algo, de pronto el soldado retiró sus manos con brusquedad y Natalia cayó contra el asiento con un gran estruendo. Alba intentó zafarse de la barrera que habían creado los soldados para correr hacia ella.

- ¡Nat! ¡Nat! ¿Te has hecho daño? – gritó intentando subir a ayudarla, pero el fusil de uno de ellos se lo impidió, intentó apartarlo sin pensar en lo que hacía, mirando a Natalia que permanecía tumbada de costado sobre el asiento.

La pediatra se quedó casi sin respiración por el golpe, aquel tono, aquel olor a sudor y aquella postura le produjeron un nuevo escalofrío y un fogonazo la llevó a otro lugar, estaba encima del capó de su coche, tampoco podía respirar, se vio a sí misma diciendo "no puedo respirar" y una voz que le respondía, "de eso se trata puta". Aquellas sensaciones, aquella respuesta, tenía que incorporarse, "¡Alba!", murmuró buscando su ayuda desorientada, "Alba".

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