Capítulo 14

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Alba y Laura bajaron del taxi en la dirección que les habían indicado. Ambas habían ido juntas a arreglarse a casa de Alba, hartas de esperar a Natalia en la Clínica, la habían llamado, pero tenía el móvil apagado. Cruz y Claudia también se habían marchado sin poder hablar con ella. La neuróloga se había puesto algo nerviosa pensando en que podía haberle ocurrido alguna cosa, pero Alba la tranquilizó, informándoles que Natalia tenía que hablar con Isabel, que cuando ellas salieron aún estaba con ella y que Fernando también se había quedado allí esperándola. Al final, todas habían decidido marcharse, porque Adela las había convocado a las ocho y media y, aunque sabían que era algo informal, querían arreglarse.

- ¿Subimos? – preguntó Alba mirando la hora.

- Es un poco pronto, pero no creo que le importe ¿no?

Alba se encogió de hombros indicándole que no tenía ni idea. Se acercaron al portal y antes de que pudieran llamar al timbre un portero se acercó a ellas, indicándoles lo que debían hacer para acceder al ático, cuando estaban a punto de entrar, Teresa las alcanzó.

- ¡Esperadme! – corrió tras ellas – ¿llegamos tarde! ay, pero... ¿qué habéis traído! si a mí me ha dicho Adela que no trajésemos nada que ella se encargaba de todo.

- No sé, pero mujer, un detalle ¿no? – dijo Laura. Teresa apretó los labios y ladeó la cabeza.

- Yo creo que esto va a ser por todo lo alto, porque la he escuchado hablar por teléfono en un par de ocasiones y.... no digo nada, pero yo creo que ha encargado de todo. ¡Hasta camareros va a haber!

- ¿Pero no era algo informal?

- Hija – dijo con retintín – estas pijas llaman informal a otra cosa. Por lo visto quiere sorprender a Natalia le he escuchado decirle algo de eso a Cruz.

- ¿Sorprenderla con qué? – preguntó Alba entre molesta y curiosa, empezaba a cargarle esa forma de Adela de querer estar encima de Natalia todo el día.

- Ay, no sé, es una sorpresa, mujer – dijo mientras salían del ascensor, y llamaban al timbre.

Adela les abrió la puerta con una enorme sonrisa.

- Adelante – les dijo franqueándoles la entrada – estáis en vuestra casa - continuó con cortesía.

- ¿Somos las primeras? – preguntó Teresa un poco avergonzada de que fuera así.

- Me temo que sí – les dijo – pero pasad al salón, por aquí – les indicó – No os enseño el ático porque siempre me ha parecido absurdo ir diciéndole a todo el mundo lo que ya ve. Entrad vosotras por donde querías e ir viéndolo que yo voy a darle unas indicaciones a estos chicos. Los abrigos podéis dejarlos allí – les indicó con la mano un pequeño armario en la entrada – y ahora mismo vienen a traeros unas copas.

- Mujer, pero sin ti... - dijo Teresa con pudor.

- Sin mí, sin mí – insistió - Allí está el pasillo que va a los dormitorios y los baños, y aquí tenéis el acceso a las dos terrazas, por si a lo largo de la noche tenías que tomar el aire, que espero que sí – soltó una carcajada marchándose a la cocina – por cierto – gritó a lo lejos, si llaman ¿os importa abrir?

- Esta fiesta promete – rio Laura – viendo la enorme mesa corrida en la que ya estaban preparados todo tipo de entrantes fríos.

- ¡Y qué lo digas! – respondió Teresa - estoy deseando que llegue Natalia y ver cuál es esa famosa sorpresa.

La ClínicaWhere stories live. Discover now