Capítulo 34

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Cuando Alba entró en la cabaña Natalia ya estaba profundamente dormida. Se acostó a su lado, apoyó el codo en la almohada y permaneció así unos minutos, observándola y deseando que todo fuera diferente entre ellas. La pediatra se removió ligeramente pero no despertó, parecía estar soñando algo que la inquietaba, Alba observó cómo sus ojos se movían tras sus párpados a la velocidad del rayo, y un ligero quejido se escapó de sus labios, una especie de lamento que la sobrecogió. La acarició con suavidad y se tumbó a su lado abrazándola, instantes después Natalia dormía tranquilamente y Alba se separó de ella, sin poder evitar rozar sus labios, la pediatra volvió a moverse, pero no despertó.

La enfermera se levantó incapaz de conciliar el sueño, dio un par de paseos por la cabaña y, finalmente, salió de nuevo al exterior, sentándose en el escalón de entrada. Miró al cielo, la luna estaba preciosa y no pudo evitar sentir nostalgia de la vida que tuvieron juntas, sonrió pensando en aquel curso de cocina, en las tardes patinando, en los desayunos compartidos tras las guardias, en las navidades en casa de los padres de Natalia, en los planes que tenían... dos lágrimas rodaron por sus mejillas, ¡la quería tanto!

Natalia abrió los ojos con la sensación de que seguía sola, miró a su lado y extendiendo la mano comprobó que no era una sensación. Escuchó y ya no oía la voz de Germán ni la de Alba. Estaba claro que la enfermera había encontrado alguien con quien compartir su tiempo y su noche. ¿Con quién estaría durmiendo Alba! sintió que la invadían unos celos desmedidos y un deseo de llamarla a gritos y que corriera a su lado, pero no hizo nada. Cerró los ojos intentando conciliar, de nuevo, el sueño.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero Natalia, aún con los ojos cerrados escuchó entrar a la enfermera. Con pasos lentos, intentando no hacer ruido, se acercó a ella y posó su mano en el antebrazo de la pediatra.

- Nat – la escuchó llamarla con aquella voz suave y cadenciosa que conseguía que se le erizase el bello solo al pronunciar su nombre – Nat.

- ¿Qué? – respondió somnolienta.

- Levántate – le pidió sentándose junto a ella en el borde de la cama.

- ¿Qué pasa? – preguntó desconcertada incorporándose con su ayuda.

- Esto es lo que pasa – le dijo cogiendo su cara con ambas manos y besándola.

Natalia sintió que su corazón se desbocaba, con unos latidos tan fuertes que los sentía golpear en sus sienes. Su pálida piel enrojeció súbitamente por el calor repentino que experimentó. Alba se retiró, manteniendo su mano derecha en la cara de la pediatra, a Natalia le parecía más cálida, pequeña y suave que nunca, una mano llena de ternura y unos ojos que buscaban los suyos, sonrió y Natalia, aturdida y asustada le devolvió la sonrisa, sabía lo que implicaba aquella devolución, pero no solo le daba igual, lo deseaba. Entonces Alba acercó sus labios de nuevo a los de la pediatra y depositó el beso más dulce que jamás le habían dado. Su boca se abrió y por instinto Natalia respondió, sintiendo su aliento, recordando la humedad de su lengua y eternizando aquel beso que tanto había deseado.

Luego la enfermera se levantó despacio, se giró hacia ella y le dijo, "vístete, te espero fuera", Natalia obedeció, con miedo, con nervios, sin explicarse por qué no podía negarse, por qué no se echaba atrás y con el único deseo de ir tras ella a donde quiera que la llevase.

Alba la esperaba en un jeep.

- Sube - le dijo.

Y Natalia volvió a obedecer, siempre sumisa, siempre confiada.

- ¿A dónde me llevas? – le preguntó curiosa.

- Ya lo verás – respondió con una misteriosa sonrisa – es una sorpresa.

La ClínicaWhere stories live. Discover now