Capítulo 38

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Natalia clavó los ojos en ella con desesperación "¿qué haría si me besas! huir Alba, si pudiera me levantaría y echaría a correr lo más lejos de ti que fuera capaz ... pero, no puedo", pensó sin dejar de mirarla, "no lo hagas, no lo hagas porque si lo haces y yo huyo... ¿qué harías tú?", se preguntó a sabiendas de que si se producía todo aquello lo que de verdad deseaba era que ella no se lo tuviera en cuenta, "si huyo no es por ti, es por mí", pensó angustiada. "No puedo, no estoy preparada para esto, no es que no te quiera, ni que no te pueda querer... es que... hace mucho, mucho tiempo que...", pensó con el miedo metido en el cuerpo y el corazón desbocado solo de pensar en esa posibilidad.

- Pero.. no lo vas a hacer ¿verdad? – le preguntó con temor y la voz temblona, reflejando en sus ojos todas aquellas dudas y contradicciones que la atormentaban.

- Claro que no – le sonrió burlona pasando el dedo índice por su antebrazo, "no, hasta que no estés preparada", pensó, "pronto serás tú la que me lo pidas".

Natalia la miró agradecida. No podía, se sentía incapaz de corresponder. Hacía tanto tiempo que había cerrado su corazón que por mucho que lo intentaba no era capaz de encontrar la forma de abrirlo. Lo cerró una noche de borrachera, una noche de locura, entre gritos y llantos, entre miedos, inmersa en un laberinto de dolor y desesperación del que no era capaz de salir. Lo cerró y escondió la llave, tan bien, que ahora no se veía con fuerzas de buscarla y abrirlo de nuevo. Esperaba con anhelo que alguien encontrase esa llave y la ayudase a salir, librándola de la confusión que sentía, dejando atrás todos esos errores que había cometido, enterrándolos en el olvido y permitiéndole que la luz de la felicidad volviese a inundarla. Pero la atenazaba el miedo a caer de nuevo en ese laberinto de falsos espejos, con reflejos de falsas luces, que la hacían confundirse y emprender caminos erróneos que la dejaban extenuada, desalentada y más perdida aún que antes...

- Nat... ya te he dicho que no va a pasar nada que no quieras – le sonrió al verla tan seria y pensativa – estaba bromeando.

- ¿Sabes lo que de verdad me encantaría! dar un paseo contigo – le dijo de pronto.

- Démoslo – sonrió aliviada al ver que no se había tomado a mal su pregunta.

- No me refiero a lo que hacemos estos días, me refiero de verdad, andar a tu lado, darte la mano...

- Démoslo – repitió con una sonrisa picarona.

- Claro... - sonrió melancólica - no sé cómo.

- ¿No?

- No – suspiró.

- Ahora verás – le sonrió.

Recogió todo a la velocidad del rayo lo colocó en la bolsa trasera de la silla y se situó detrás de ella empujándola hasta el camino. Llegó allí casi sin resuello, por lo empinado del terreno. Pero una vez arriba la suave pendiente del mismo le permitió coger carrerilla.

- ¿Qué haces? – exclamó Natalia sobresaltada – Alba...

La enfermera soltó una carcajada y cogiendo velocidad saltó encima de la silla sujetándose a la pediatra con un brazo apoyando su mano en el pecho de Natalia.

- Venga, dame tu mano – le pidió riendo, Natalia obedeció y la levantó, volviendo a entrelazar sus dedos.

- ¡Estás loca! – gritó riendo con la excitación que le provocaba el comprobar que la silla cada vez tomaba más velocidad.

- Sí - admitió la enfermera "estoy loca por ti", pensó aún subida en el travesaño trasero

- Nos vamos a matar – se asustó Natalia, la silla cada vez corría más y el terreno no se podía decir que fuese muy regular.

La ClínicaWhere stories live. Discover now