Capítulo 82

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Clavó sus ojos en él, con desesperación, sus manos comenzaron a temblar más aún si es que eso era posible. Luego desvió la mirada incapaz de aguantar la presión que los ojos de su amigo, ejercían sobre ella. Con un gesto hastiado, negó con la cabeza.

- Lo peor de todo es que soy... ¡tan egoísta! – suspiró mientras continuaba negando con la cabeza, que mantenía inclinada, mirando sus manos, nerviosas, jugueteando en un baile de dedos - es lo que debería, dejarla, pero...no podría, ya no.

- O sea... que vas a buscar que ella te deje a ti, ¿me equivoco? ¿por eso no hablas con ella? ¿esperas que cuando se entere, salte?

- ¡No! – exclamó frunciendo el ceño y volviendo el rostro hacia él, molesta de que le creyese capaz de algo así - no quiero que me deje – murmuró – la sola idea... me... me produce pánico – reconoció y sus ojos se humedecieron de nuevo - yo... yo... solo quiero que no sufra y... quiero... quiero tener un futuro con ella.

- Y podéis tenerlo, ¡ya verás como sí! pero... empieza por ser sincera, por tener confianza en ella y ... por respetarla.

- ¡Yo la respeto!

- No la dejas decidir – le dijo con suavidad - si la mantienes engañada no le das opción a que decida libremente, y no la respetas.

Natalia bajó los ojos, que volvían a mostrar la emoción que la embargaba ante el tono acusador de él. Germán estaba siendo duro, pero tenía razón y ella cada vez se sentía más angustiada.

- Lo sé – musitó – pero... no sé qué hacer, Germán, ¡no lo sé! Había decidido no decirle nada hasta saber con certeza lo que ocurre, pero... ¿y si la dejo venirse conmigo y luego...? – se le quebró la voz incapaz de pronunciar lo que pensaba.

- Lacunza, creo que estás sacando las cosas de quicio y eso te pasa por callártelo todo y no dejar de darle vueltas a la cabeza.

- Ya... - suspiró - cuando tuve el accidente, no podía llegar a entender la razón de todo lo que me pasaba, no podía entenderlo, no... no sabía por qué me había tocado a mí, y ahora... esa sensación ha vuelto, no dejo de preguntarme ¿por qué me toca de nuevo! cuando lo único que deseo es una vida normal.

- Tú nunca podrás tener una vida normal – sonrió burlón - ¡eres una Lacunza!

- ¡Germán! estoy hablando en serio – protestó.

- Sé que lo has pasado muy mal – le dijo posando su mano sobre las de ella, hablando con franqueza y seriedad - y que tienes miedo, pero, ahora tienes a Alba, apóyate en ella, todo será más fácil, si se confirma en Madrid el diagnóstico...

- ¿Eso crees? – lo interrumpió con rapidez y una mirada asustada - ¿se confirmará?

- Ya te he dicho que tengo mis dudas, pero... si me equivoco... por algo así no debes pasar sola.

- No has escuchado nada de lo que te he dicho ¿verdad? No quiero que Alba esté en ese pasillo. No quiero que me recuerde con una bata blanca y ridícula que me vea pasear de un lado a otro, cuando aún pueda mover la silla y las fuerzas no me fallen – se le quebró de nuevo la voz y bajó los ojos intentando controlarse, Alba tenía razón y se había vuelto una llorona, pero era algo que le costaba mucho evitar.

Germán respetó en silencio su sufrimiento. Cuando la pediatra volvió a hablar lo hizo en otro tono más calmado, pero profundamente triste.

- Ni siquiera podía caminar – le dijo y él interpretó que estaba otra vez hablándole de los días posteriores a su accidente – y ahora no puedo dejar de pensar en que no me sirve de nada caminar...

La ClínicaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang