Capítulo 85

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A Natalia el tiempo se le había hecho corto, pero intenso e inolvidable. Hasta tal punto que volvió a pedir quedarse un rato más. Annie ya se les había unido con uno de los rastreadores que la ayudaba a llevar el equipo de filmación. Mientras recogían el de Nancy. Natalia y Alba permanecieron observando los gorilas, la pediatra parecía completamente fascinada, reacia a marcharse de allí.

- Nat, tenemos que marcharnos – le dijo Alba acariciándole la mejilla, aprovechando que todos estaban afanados en recoger.

- Titus sigue vivo.

- Sí, Nat, aun tardará unos días en morir.

- Pero es horrible, agonizar así... ¿no podemos...?

- No, Nat, no podemos hacer nada – le repitió la enfermera, como Nancy ya hiciera en las anteriores ocasiones.

- Pero tú, a lo mejor podías convencer a Nancy de que...

- No Nat, no voy a hacer eso, su trabajo es así, no se puede intervenir, tenemos que respetarlo.

- Pero...

- No pienses en ello.

- ¡No puedo evitarlo!

- Anda, vamos, ponte el chubasquero – le dijo recogiéndolo de la mochila y observándolo con detenimiento, comprobando que un hubiese ningún visitante indeseado.

- Dame.

- ¿Te ayudo?

- No, puedo sola.

- Quieres que llame a Germán y...

- No, mejor esperamos a que termine – miró al médico que ayudaba a Nancy a recoger la cámara – no te preocupes tanto por mí, por favor.

- Perdona – se disculpó poniéndose seria.

- No es un reproche – bajó la voz – me encanta que me mimes, pero...

- Vale, lo entiendo, ya sé que no quieres que parezca que no eres capaz sola pero no puedo evitar que después de lo de esta mañana...

- Es increíble que sea la hora de irse, ¿verdad? – cambió de tema radicalmente.

- Sí, aquí el tiempo se hace demasiado corto – suspiró nostálgica – voy a echar de menos todo esto.

- Ahora soy yo la que lo entiende – sonrió comprensiva.

- Me alegro tanto de haber estado aquí contigo – suspiró dándole un rápido abrazo y retirándose al escuchar a Germán carraspear a su espalda.

El médico, con mirada burlona, se agachó para coger a Natalia, sin decir nada. Ya estaban todos listos y bajo la mirada vigilante del gran macho comenzaron a descender camino del campamento. Atrás quedaron los gruñidos de los gorilas, el silencio volvió a adueñarse del aire y la lluvia empezó de nuevo a caer con fuerza. Al rato estaban calados hasta los huesos. Natalia permanecía silenciosa, centrada en las imágenes y las emociones recién vividas, que se agolpaban en su mente.

Avanzaban con lentitud, después de las horas de observación el cansancio hacia mella en todos, Germán se retrasaba con Natalia y Nancy se detenía a cada instante esperándolos. La lluvia no contribuía a que la marcha fuese más veloz y se retrasaron más de lo deseado. Cuando al fin alcanzaron el claro de los elefantes, los chicos ya tenían desmontadas las tiendas y aguardaban para continuar el camino hacia el campamento intermedio. Por suerte la lluvia cesó. Pasaron a la pediatra a las parihuelas, exonerando a Germán de cargar con ella. Y, sin más dilaciones, se encaminaron hacia el siguiente campamento. Los rastreadores iban en cabeza con Annie, portando fusiles que Natalia no había visto hasta entonces. Comenzaba a anochecer y los animales iniciaban sus horas de máxima actividad, Nancy les explicó que era prudente ir prevenidos porque a esas horas podían esperar cualquier cosa. Luego la bióloga se retrasó y cerró la comitiva, con Alba que la acompañaba.

La ClínicaWhere stories live. Discover now