Capítulo 147

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Alba no pudo esperar más. Natalia parecía paralizada, absorta en su rostro, ¿qué estaría pensando? Empujó con decisión a la pediatra y entró junto a ella al interior del pequeño receptáculo, demasiado estrecho para las dos y la silla, pero no podía evitarlo, necesitaba besarla desesperadamente, ni siquiera le habló solo la agarró de la mano, la miró un instante a los ojos, se agachó y la besó. Ambas sintieron de nuevo que el tiempo desaparecía. No era el mejor lugar del mundo, ni el más romántico como Loango, pero les permitía estar juntas, besándose y eso era lo único que ambas deseaban, lo único que les importaba. Alba no dejaba de besarla con una pasión desmedida, acariciaba su espalda, y Natalia se abrazaba a ella como si intentara fundirse en un solo cuerpo, se apretaban la una contra la otra en un intento de sentir cada centímetro de su piel. Natalia sentía un calor muy especial, tanto que comenzó a experimentar el deseo de desprenderse de toda aquella ropa que obstaculizaba sus deseos. Alba no paraba de juguetear con su cuello, lo besaba, lo lamía, a veces le daba un pequeño mordisco que erizaba todo el vello de la pediatra y que le producían pequeñas señales. Natalia no protestó, ni siquiera pensó en lo difícil que le sería disimularlas al día siguiente, para el juicio. Mientras Alba jugaba con su cuello y su oreja, Natalia no dejaba de acariciar el pelo de la enfermera, de perder la mano en su nuca, y luchaba por ahogar los gemidos que pugnaban por brotar de su garganta a cada beso, a cada chupetón, a cada mordisquito. Alba busco sus labios una vez más. El beso fue intenso, profundo, húmedo y muy largo. Tanto que Natalia se retiró casi mareada, se detuvo, y encogió los ojos. Una sensación de irrealidad la invadió. No estaba en aquel baño. Era otro lugar, otro olor, pero los mismos besos, las mismas caricias, el mismo calor sofocante.

- ¿Qué te pasa? ¿estás bien?

- Sí – musitó al tiempo que cerraba los ojos completamente y se llevaba una mano a la frente.

- No. No lo estás.

- Solo... me duele la cabeza.

- Es este lugar, salgamos de aquí. Te has puesto muy pálida. ¿Te duele mucho?

- ¡No! eh... no...

- Voy a buscar un poco de agua.

- ¡No! tranquila... no... no es nada...

- ¿Cómo que no?

- Me pasa... siempre que... recuerdo algo. Pero... estoy bien – levantó la vista, apretó los labios en una mueca que pretendía ser una leve sonrisa, tiró de ella y la besó de nuevo para demostrarle que era así.

Alba no respondió al beso y se separó con el ceño fruncido y gesto preocupado.

- ¿Has recordado algo?

- Sí – sonrió con timidez – ven, ven aquí – la atrajo en un intento de besarla, pero Alba se echó hacia atrás.

- ¿Qué has recordado?

- ¡Alba!

- Te ha cambiado la cara. ¿Era algo malo? ¿algo de mí?

- ¡No! nada de eso.

- ¿Y por qué has puesto esa cara?

- No se la cara que he puesto. Cuando... cuando me vienen imágenes sueltas... siempre... siento algo extraño, como... como si no fuera yo... como si... lo viera desde fuera. Vero dice que es normal, que es... mi mente intentando recordar.

- ¿Y qué has recordado? – insistió y Natalia suspiró.

- Éramos tú y yo... en... en una habitación de paredes color crema y un cuadro abstracto con muchos colores, como... como en relieve, ... no sé dónde... ni cuando...

La ClínicaWhere stories live. Discover now