Capítulo 98

440 28 27
                                    


Natalia guardó todo en su maletín y se dispuso a abandonar el despacho.

- Alba – la cogió de la mano – te voy a llamar, ¿de acuerdo? pero... no lo hagas tú. Allí, no estaré sola y...

- Vale – aceptó con resignación, se inclinó y la besó en los labios – buen viaje, ten cuidado y habla con Isabel y... que todo vaya bien.

- No te preocupes – le sonrió débilmente, franqueándole el paso – sé lo que tengo que hacer.

- Ya lo sé, pero...

- Tengo prisa Alba. Ya te llamo – la cortó tajante y accionó la silla alejándose de ella.

- ¡Espera! te acompaño al coche.

- Voy al despacho de Cruz, tengo que dejarle unos papeles y mi agenda.

- Bueno pues... adiós.

- Adiós – respondió perdiéndose en el interior del ascensor.

La enfermera permaneció allí parada, con la sensación de que estaba metida en una espiral de la que no iba a lograr salir nunca y que cada vez la angustiaba más.



...................



Alba llegó a la Terminal de Barajas pasadas las ocho de la tarde. El vuelo de Natalia tenía previsto su aterrizaje a las nueve en punto, pero ella había querido llegar con tiempo de sobra. En los días que Natalia había permanecido en Sevilla apenas había podido tener contacto con ella a pesar de su promesa de llamarla y mandarle mensajes. Por eso cuando esa misma mañana no fue el despertador el que la hizo abrir los ojos sino una llamada de Natalia, Alba se preocupó. Natalia fue escueta, no podía hablar mucho, pero le comunicó que regresaba esa misma noche y que le gustaría que fuera a recogerla al aeropuerto. Alba no lo dudó y le prometió estar allí.

Había pasado el día imaginando todo tipo de posibilidades. Le resultaba extraño que Natalia regresase en viernes, pero ni siquiera había podio preguntarle al respecto. Tenía la sensación de que estaba seria y preocupada y eso la hacía sentirse angustiada. La incertidumbre planeaba sobre su cabeza, ¿y si Natalia se lo había pensado mejor y quería seguir con su mujer? Las dudas la mantuvieron irritada y nerviosa durante todo el día. Deseaba verla, abrazarla, cenar con ella... Quizás le estaba dando demasiadas vueltas a la cabeza y Natalia solo tenía las mismas ganas que ella de verla. Quizás solo pretendía compensarla por esos días de silencio y alejamiento. Apenas había sido capaz de probar bocado a la hora de comer. Y había pedido salir un poco antes, llevaba dándole vueltas a una idea y esperaba que le saliera bien. Fernando no pareció muy convencido, pero para su sorpresa Adela se puso de su parte y la apoyó, asegurando que ella podía encargarse de todo sola.

Cuando llegó a casa corrió a la ducha y se plantó ante el armario con la intención de vestirse de forma especial para la ocasión, quería que Natalia reparara en ella, despertar su deseo en cuanto posara sus ojos en su cuerpo, que sintiera lo especial que era, aunque cabía la posibilidad de que la pediatra solo quisiera verla un rato mientras la dejaba en casa. Volvió a desechar la idea, no la haría ir hasta el aeropuerto solo para eso. Sabía que no debía tener motivos, pero no podía evitar sentir celos de Ana, a fin de cuentas Natalia se casó con ella. Hacía frío, aún no había terminado el otoño, pero la temperatura había bajado bruscamente en un par de días.

Y allí estaba paseando de un lado a otro de las llegadas nacionales, excitada por el encuentro, sintiendo cosquillas en el estómago y sin saber por qué tenía aquella sensación tan extraña de temor y nervios. Había decidido ponerse un jersey color chocolate y una camiseta blanca ajustada a sus pechos y una corta minifalda y ahora se arrepentía, convencida de que no estaba lo suficientemente atractiva. Además, a pesar de la calefacción, a pesar del abrigo que no había sido capaz de quitarse tenía frío. Demasiado frío. Intentó distraerse imaginando el encuentro y sonrió mecánicamente mirando por uno de los inmensos ventanales. Estaba deseando verla, y sentía que su cuerpo se revolucionaba pensando en lo que tanto anhelaba.

La ClínicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora