Capítulo 146

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Alba estaba junto a Germán en el centro del patio. Esperaban heridos y todos sus planes de marchar a Jinja y después a Kampala se habían desbaratado de un golpe de sirena. Grecco llegó hasta ellos con calma y paso firme.

- Reche, Lacunza otra vez, ¿estás disponible o tienes mucho trabajo?

Germán lo miró extrañado de aquel tono y aquellas palabras, pero Alba no se molestó en responder. Corrió todo lo rápido que le permitían sus fuerzas hacia la radio, con el corazón desbocado y mariposas revoloteando en el estómago. Esta vez no iba a dejarse llevar por temores, recelos e inseguridades. Esta vez iba a serle franca y a confesarle que en unos días estaría allí, deseando verla.

- ¿Nat? – preguntó con premura colocándose los cascos y golpeando el intercomunicador.

- ¿Alba? ¿eres tú? – escuchó en la lejanía.

- ¡Sí! Te oigo muy bajito, habla más alto.

- No puedo, estoy... estoy en un restaurante y... está lleno.

Alba frunció el ceño pero no dijo nada. No quería volver a estropear todo. Aunque se imaginaba con quien estaría a esas horas.

- Alba... yo también te oigo muy bajo.

- La radio está hecha una mierda.

- Yo... yo estaba aquí cenando y... me he dicho... voy a llamarla porque... antes... vamos que... el otro día yo...

- Yo también lo siento, Nat – sonrió para sus adentros - ¿es eso lo que querías decirme?

- Exactamente, eso era. Que... que siento lo que te dije y que... que eso

- ¿Qué? ¡no te oigo! – gritó.

- Que lo siento.

- Me alegra que me hayas llamado, ¿cómo estás?

- Mejor. Ya recuerdo muchas más cosas – le dijo con ilusión.

- ¿Aún no recuerdas todo?

- No. Aún no. Los últimos meses... solo algún detalle.

- Seguro que pronto recuerdas todo. ¿Y lo demás todo bien?

- Sí. Todo bien. Las últimas pruebas parece que están bien y... parece que vamos a reabrir el campamento y... he estado con María José.

- ¡No te oigo!

- ¡Qué estuve con María José!

- Nat no te oigo.

- ¿Alba? – preguntó al no escuchar nada al otro extremo - ¿Alba sigues ahí? De pronto escuchó una explosión tan fuerte que se separó el móvil del oído, asustada.

- ¡Alba! – gritó - ¡Alba!

Ya no le importaba que la gente del restaurante la mirase con disimulo. Vero, que aguardaba en la distancia concediéndole unos minutos de intimidad, se acercó a la mesa preocupada.

- ¡Alba! ¿qué ha pasado? ¡Alba!

- ¿Nat?

- ¡Sí! ¿qué ha sido eso?

- No sé. Tengo que dejarte.

- ¡Espera! Pero ¿qué pasa?

- No sé, una explosión.

- ¡Espera! ¡Ten cuidado! ¡Alba!

- Nat, ya nos vemos, tengo billete para... Una nueva explosión aún más fuerte la ensordeció.

La ClínicaWhere stories live. Discover now