Capítulo 119

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Natalia despertó en mitad de la noche, le costó trabajo recordar dónde se encontraba. La ventana le indicó que aún era de noche. Giró su cabeza hacia la derecha, esperando ver una cara conocida, anhelando ver a Alba, pero no, no estaba allí. Claudia dormitaba con la cabeza inclinada sobre el pecho, sentada en un sillón, a su lado. A sus pies distinguía otra figura. Seguro que era Alba. Intentó incorporarse apoyando ambas manos en la cama y notó como sus músculos le fallaban, con un quejido agudo, le dolía cada centímetro de su cuerpo, ni siquiera en las peores sesiones de gimnasio había estado tan machacada. Un martilleo incesante en sus sienes la obligó a recuperar la horizontalidad. Su movimiento agitó a quien quiera que estuviera a los pies de su cama y se percató de ello.

- Albi... - la llamó convencida de que se trataba de ella, anhelando no equivocarse.

Nadie pareció escucharla. Tenía la boca seca y unas nauseas crecientes. Odiaba ese tratamiento. Necesitaba cambiar de postura. Al cabo de unos minutos intentó de nuevo incorporarse, en esta ocasión no le fallaron las fuerzas, pero se sentía mareada. Permaneció sentada unos minutos más y al hacerlo comprobó con decepción que no era Alba quien estaba a los pies de la cama. Era Vero quién también dormía en el otro sillón.

A su mente acudieron todos los acontecimientos del día anterior, y con especial nitidez las imágenes que mostraban aquellas fotografías, y el coche mojado de Isabel. La vergüenza y la culpa, la golpearon con fuerza como si fuera la primera vez que reparaba en ellas. De pronto recordó su cita con Alba, la cena a la que prometió no faltar, y su angustia se acrecentó de forma alarmante, no le extrañaba que Alba no estuviese allí, ¡ni siquiera la había llamado! no recordaba haberle dicho a nadie que lo hiciera. ¿Qué hora sería? tenía que llamarla, tenía que explicarle y pedirle perdón. Tenía que hacerla entender por qué había faltado a su promesa.

Se llevó las manos a la cara y se tapó el rostro con ellas, meciéndose hacia atrás y hacia delante. La imagen de Juanito muerto se intercalaba continuamente en cualquiera de sus pensamientos. Una imagen que no dejaba de torturarla. "Asesina", "asesina", "hija, te desmayaste en la calle y te llevamos a la clínica de Roberto", ¡no! o eso era mentira, o ¿qué? tenía que saber la verdad, tenía que hablar con Ana. "Ana no puede contarte nada", se dijo, "mi madre, tengo que llamar a mi madre, quiero saber la verdad, necesito saber la verdad".

Buscó su silla paseando la vista por la habitación. La descubrió casi en la puerta, demasiado lejos para que pudiera acceder a ella. Miró a la pequeña mesa que había junto a la cama, con suerte, habrían soltado allí sus cosas, y podía usar su móvil, pero no lo veía por ninguna parte. Tenía que salir de esa habitación. Le faltaba el aire allí dentro. Necesitaba respirar, necesitaba aire fresco. El pecho le dolía y se giró hacia el lateral dejando las piernas colgando por el borde de la cama. Seguía mareada y notaba ese aturdimiento que le provocaban las pastillas y que tanto odiaba. Vero debía haberle dado algo la noche anterior pero no lograba recordar el momento, ni siquiera recordaba cómo la habían metido en la cama. Intentó tomar aire con desesperación, "no puedo respirar, no puedo respirar", la idea se estaba convirtiendo en una angustiosa obsesión. Escuchó la voz de Cruz, "no tienes nada físico, Nat, los resultados no mienten", ¿Y por qué no podía mover las piernas? ¿acaso no iba a saberlo nunca? quería bajar de esa cama, quería salir de allí, quería respirar. La voz de Vero también se abrió camino en el torbellino de pensamientos que la martilleaba, "toma aire despacio, es solo ansiedad, tienes que controlar esos ataques", "¿seguro que no hay nada de lo que te sientas culpable?", "piénsalo bien, y recuerda, un desengaño amoroso, un accidente, algo que pudieras haber evitado y no lo hicieras..." podía haber evitado la muerte de Juanito, ella lo mató, "los casos clínicos como el tuyo siempre se basan en la culpabilidad, hay algo Natalia, que aunque te lo niegues, aunque no lo contemples, te está llevando a esta situación". ¡Sí! Vero tenía razón, pero qué equivocada había estado. Siempre había estado convencida de que años después de lo que le hizo a Alba seguía castigándose por ello, aunque nunca se lo confesara a Vero, ella estaba segura de que eso era lo que le ocurría. Pero ahora existía otra posibilidad, ella y solo ella era la culpable del estado en el que Ana se encontraba, ella y solo ella había provocado la muerte de Juanito. Sus padres mentían, la habían engañado en algo tan importante aún sabiendo que esa podía ser la causa que la tenía sentada en esa silla, ni siquiera entonces habían sido sinceros.

La ClínicaWhere stories live. Discover now