Capítulo 48

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De pronto Sara le había parecido diferente, más joven y con un aire de inocencia que le gustaba al tiempo que la sorprendía, con aquellos nervios, aquel intento de acercamiento y ese halo de misterio y nerviosismo con que estaba envolviendo todo lo que le decía.

- ¡Vaya! lo estarás echando mucho de menos aquí.

- La verdad es que sí.

- Si quieres... yo podría darte algún masaje – se ofreció solícita – no se me da nada mal y...

- No, no, gracias, no te molestes – se apresuró a interrumpirla.

- No es molestia – sonrió – así no pierdo práctica y tú dejas de echar de menos esos masajes...

- No, no, de verdad – respondió nerviosa – ya mismo vuelvo a Madrid – se excusó, "¿qué respuesta es esa! Natalia, serás imbécil mira que cara de cachondeo está poniendo, y ¿porqué estás tan nerviosa! sí, porque va a decirte algo, algo que no quieres escuchar, eso está claro" – y... vamos que Alba todas las noches se encarga de eso – mintió descaradamente, tenía la sensación de que Sara quería algo de ella y no le estaba gustando nada el tono de la conversación.

- Claro – sonrió abiertamente - ¡Alba! – exclamo guiñándole un ojo con complicidad.

- ¿Qué pasa? – preguntó comenzando a ponerse de mal humor, no entendía que hacía Sara allí sentada frente a ella, tratándola con esa familiaridad.

- Nada, que creo que he venido aquí a hacer el tonto. Ya veo que Alba... – se interrumpió risueña enarcando las cejas en gesto burlón.

- Si estas pensando que Alba y yo... te equivocas – le dijo con genio "y sí que has venido a hacer el tonto, ¡ya lo creo que sí!".

- No pienso nada, es Pluma la que...

- Pero... ¿de qué me estas hablando?

- Pluma... mi perra... ¿no te ha contado Alba nada de ella?

- No – la miró perpleja – pero... qué tiene que ver la perra con... con lo que me estabas diciendo.

- Esta mañana te he visto discutir con Alba, no te voy a ocultar que sé que ella y tú... en fin, que eres su ex.

- ¿Qué quieres Sara? – preguntó directamente harta de todo aquello, molesta por el tono de la conversación y comenzando a alterarse ante aquella incertidumbre.

- Nada, solo... contarte la historia de Pluma y... decirte que... en todo este tiempo... Alba... no te ha olvidado.

- Ya... - murmuró comprendiendo lo que pasaba. ¡Otra mensajera!

- Es cierto y también se que tú estás triste, y que sufres por ello y que...

- Pero bueno... ¡esto es el colmo! – exclamó comenzando a enfadarse, primero Germán y ahora Sara, ¡con razón la veía tan nerviosa! - ¿tú me conoces? no, ¿verdad! no tienes ni idea de cómo soy y mucho menos de cómo siento.

- No – reconoció con una sonrisa, sin inmutarse ante el tono de la pediatra – ahí es donde entra Pluma.

- ¿Tu perra?

- Sí.

- ¡Joder! – se sentó en la cama bruscamente e intentó alcanzar su silla – esto es un sueño ¿verdad! estoy soñando que todos me dais la castaña con Alba. Voy a cerrar los ojos y, cuando los abra, no estarás ahí y yo estaré en mi silla, y saldré a darme una ducha que me despeje la cabeza.

La ClínicaWhere stories live. Discover now