Capítulo 24

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María bajó del taxi y permaneció junto a él esperando a que descendiera su acompañante. Miró hacia el edificio de la Clínica y no pudo evitar un gesto de agrado, estaba ligeramente impresionada. La Clínica era preciosa y su aspecto exterior y el lugar donde se encontraba ubicada, hacían pensar más en un lugar de recreo y paz, que en un hospital. Se giró y apremió a su joven acompañante.

- Vamos querida – le dijo frunciendo el ceño ante su tardanza.

- Esto es muchísimo más impresionante de lo que imaginabas ¿verdad? – le preguntó la joven mostrando sus satisfacción plantada frente aquel edificio – las fotografías no le hacen justicia.

- Sí, he de reconocer que mi hija me ha hecho sentirme...

- ¿Orgullosa? – se adelantó.

- Yo no diría tanto – respondió con cierto desdén – más bien satisfecha de que al fin haya hecho digno el apellido que lleva – sentenció.

La chica la miró sin responder acostumbrada a aquellas salidas de María, nunca entendería porqué era siempre tan exigente y le costaba tanto halagar a su hija. Si supiera lo que Natalia sufría, aunque nunca lo reconociese, por tener que estar continuamente demostrando que era digna del cariño de sus padres.

- ¿Entramos? – le preguntó con timidez – me gustaría saber...

- Claro, hija, vamos.

- Deberíamos haber esperado a Sonia – le dijo ya en la puerta de entrada.

- ¿Otra vez con eso? – protestó airada – la tienes muy consentida y Nat más. Hay que tener mano dura con los jóvenes. Si dice que está a una hora, que esté, y si no, que se atenga a las consecuencias.

La chica guardó silencio, no estaba de acuerdo, y se sentía fatal por haberla hecho ir hasta el aeropuerto para nada. Había intentado avisarla, pero tenía el móvil apagado.

¡Tenía tantas ganas de verla! Entraron en recepción y Teresa, siempre pendiente de la puerta, salió a su encuentro.

- ¡María! – exclamó besándola, con las lágrimas saltadas de pensar en Natalia.

- ¡Teresa! me alegro de verte – la saludó sonriendo y manteniendo como siempre las formas.

- Ay, María... - se le quebró la voz y la madre de Natalia se apresuró a cortarla.

- Tranquila, Teresa, estoy bien – dijo enarcando las cejas indicándole que no quería escenitas - si no te importa me gustaría subir a ver a mi hija – continuó ignorando completamente a la joven que la acompañaba.

- Claro, claro, ven por aquí – respondió recuperando la compostura y mirando de reojo a la chica "¿sería la mujer de Nat?", recordaba haber visto una foto hacía años pero estaba segura de que, de ser ella, no la reconocería. Sin poder contenerse se volvió hacia la joven y le preguntó – disculpa, ¿vienes con ella?

- Sí, Teresa, viene conmigo – saltó María sin presentársela y sin dejarla responder – por favor, ¿me dices donde está mi hija?

- Vamos, que os acompaño – se ofreció pulsando la planta en el ascensor – Cruz te está esperando y Claudia está con Nat.

- Sí, quiero hablar con Cruz – dijo con decisión - ¿quién es Claudia?

- La neuróloga, ¿Nat nunca te ha hablado de ella! son muy amigas - dijo con intención mirando de soslayo a la joven para comprobar si hacía algún gesto ante el comentario, pero permaneció impertérrita. Estaba claro que no iba a sacar nada de ellas.

La ClínicaWhere stories live. Discover now