Capítulo 133

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Gotas de lluvia golpeaban parsimoniosamente el cristal de la ventana, Natalia permanecía mirando la pasiva lluvia sin prestarle atención. Tenía otras cosas en mente, pero en realidad de todas solo una predominaba, solo una la torturaba por encima del temor a la muerte que cada vez intuía más cercana, por encima del temor a los juicios pendientes, por encima del sentimiento de culpa devastador que asolaba su alma cada vez que recordaba a Ana y Juanito y era la ausencia de Alba. La mujer de su vida. La persona con la que siempre deseó envejecer. ¿Hace cuánto que la perdió? Dos semanas mínimo, quizá más. Su mente estaba siempre tan confusa que apenas recordaba qué había ocurrido, pero estaba complemente segura de que jamás la volvería a ver, que ella escapó de sus manos... ahora las dos estaban en dos mundos muy opuestos. Los escasos momentos de lucidez recordaba con claridad su marcha, en los demás anhelaba verla entrar en su habitación, olvidaba todo lo que le habían contado y aguardaba su regreso.

¿Dónde estaba Alba? No lo sabía. Solo sabía que ella se encontraba atada a una vida que no deseaba, apática, sin ganas de nada, sin fuerzas para luchar, y sabía que debía sobreponerse, que debía enfrentarse a la realidad, que debía aceptar todas sus culpas, sobre todo, la responsabilidad en la muerte de Juanito y de Ana, pero, aunque nadie la creyera, algo en su interior le decía que todo aquello era falso, que no había sido ella. Esas imágenes que se aglomeraban en su memoria, imágenes que no alcanzaba a comprender y que se mezclaban con aquellos recuerdos llenos de melancolía que pugnaban por ganar la batalla, recuerdos de sus días en Jinja, no recordaba haber sido tan feliz desde hacía tanto tiempo, sí recuerdos, recuerdos de su amor, de su único, verdadero y gran amor. ¿Por qué no estaba allí con ella? quería verla, necesitaba sentir sus brazos rodeando su cuerpo y su voz susurrándole que todo se arreglaría. ¿Dónde estaba Alba? Buscó a tientas en el teléfono dispuesta a llamarla. Una mano temblorosa lo alcanzó y lo sostuvo un instante. No recordaba su número. No recordaba dónde estaba Alba, adónde debía llamar. Su mente reprodujo a Rafi gritándole que dejara de llamar a su hija, pero no era capaz de recordar si lo hizo, ni cuando lo hizo y la voz de Adela resurgió del fondo de su cerebro dándole respuesta a su desconcertada mente.

- Nat ven aquí. Tengo que contarte algunas cosas.

- ¿Qué pasa?

- Alba ya no vive con su madre. Ni con Laura.

- ¿No?

- No.

- ¿Dónde?

- Alba se ha ido a África.

- Pero... íbamos a casarnos

- Sí. Eso era antes de que os asaltaran. ¿No lo recuerdas?

- No. ¿Se ha ido?

- Sí, cariño. Se ha ido.

- ¿Y cuándo se fue?

- Hace un par de semanas.

Alba se había ido, pero porqué, no alcanzaba a comprender qué había sucedido, qué la había hecho cambiar de idea. Solo era capaz de entender que había fallado, que no había sabido demostrarle el amor que sentía, que no había tenido tiempo para cumplir sus promesas, ¿o sí? No podía recordar y eso la mataba por dentro. ¡Deseaba tanto verla! Y al mismo tiempo deseaba apartarla de ella, ponerla a salvo y no volver a vivir el horror que pasaron juntas. A su lado solo podía correr peligro, pero su corazón gritaba en silencio que la echaba de menos, que la necesitaba a su lado. La lluvia arreció y sus ojos se volvieron de nuevo al cristal.

La ClínicaWhere stories live. Discover now