Capítulo 89

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Vero y María se quedaron mirándola sin decir nada. Su madre se levantó, se acercó a la barra americana y llenó un vaso de agua, luego cogió las pastillas que Vero había dejado encima de la mesa y se giró hacia ella, tendiéndoselas con la seguridad de que a ella no se negaría, y la autoridad que le confería ser su madre.

- Venga, hija, deja de comportarte como una malcriada y haznos caso. ¡Tómatelas! que bastante la has liado ya interrumpiendo el tratamiento.

- He dicho que no tomo nada.

- Verónica, convéncela tú, esta niña no tiene ni palabra, ni conocimiento, ni entiende lo que es comprometerse a algo.

- Vamos a ver María, si Nat dice que no le sientan bien, quizás debamos escucharla – le echó un cable a la pediatra que la miró con infinito agradecimiento, por experiencia sabía que cuando Natalia se cuadraba de aquella forma era inútil insistir, ya buscaría ella el medio de que las tomase por propia voluntad – Nat si no quieres no estás obligada, por el contrato no te preocupes que yo me encargo, ¿de cuerdo? pero tranquilízate, por favor – le pidió preocupada por su aspecto, había enrojecido y respiraba alterada.

- Pues dejadme en paz, verás que pronto me tranquilizo.

- ¿Cómo vas a encargarte tú de eso? – saltó María mirándola con cierto desprecio que no pasó inadvertido a ninguna de las dos – tiene que cumplir con lo que firmó y...

- María, yo puedo hacer un informe diciendo que sus problemas psicológicos se están agravando y que considero oportuno que, de momento, deje las pastillas.

- ¿Qué vas a qué? – casi gritó Natalia.

- Un pequeño informe que...

- ¡Te he entendido! ¡eso es decir que estoy como una cabra! ¡y no lo estoy! – la interrumpió Natalia visiblemente molesta con la idea – si eso transciende a la prensa sería un desastre para la clínica...

- Nat, ya lo sé, pero no tiene porqué trascender, y habrá que justificar por qué dejas el tratamiento después de lo que tu padre luchó para que te metieran en el programa, ¿o es que ya no lo recuerdas?

- Sí – musitó.

- Venga, hija, tómatelas. No seas cría.

- ¡Que no! ¡joder!

- María, por favor... ¿puede dejarnos solas? necesito hablar con Nat.

- Sí, será mejor que me vaya, porque no soporto todo esto, ¡no lo soporto!

En ese instante Natalia recibió un mensaje que la hizo sonreír distraída, "Te amo, y ya te estoy echando de menos, ¿qué tal todo? yo aquí aguantando a mi madre que está más insoportable que nunca", leyó y se apresuró a responder "¡Yo sí que te echo de menos! Y ni imaginas como está la mía. Mañana te cuento". María la observaba manifestando en su gesto el desagrado que le producía.

- ¿Qué te traes con la enfermera?

- ¿Qué dices?

- Eres mi hija y te conozco, quieres cambiar tu vida, no quieres ver a tu mujer, mensajito en el coche, mensajito ahora, ¿o también es Adela? – preguntó con sorna - ¿te has liado con ella?

- ¡Mamá!

- Creo que la que me voy soy yo – dijo Vero con discreción, viendo el cariz que estaba tomando aquella conversación.

- No, se va mi madre, tú tenías algo que decirme – la miró desafiante.

- No te entiendo hija, no te entiendo. Cuando esa... esa... muerta de hambre haya sacado de ti lo que quiere, volverá a dejarte, y entonces ¿qué? otra vez a llorarnos a tu padre y a mí.

La ClínicaWhere stories live. Discover now