Capítulo 60

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La oscuridad de la noche, rota levemente por los tenues focos del campamento y las notas que fluían de la vieja guitarra de Germán, con una cadencia pausada, los rodeaban y se extendían creando un ambiente especial, diferente al de cualquier noche, consiguiendo que los tres sintieran esa magia, que brotaba de forma suave y calmada de aquella guitarra y que, lentamente, iba transmitiéndose de alma a alma. Germán paró un instante y sonrío, imbuido como ellas de esa sensación y disfrutando de poder compartirla con ellas.

- Para que lo sepas, Albita – comenzó a hablar mirándola de forma melancólica, soñadora y a la par divertida - aquí la fría y dura doctora Lacunza, me hizo casarla con su amiguita Adela, y ésta fue la música de su... boda – recalcó con retintín.

- ¡No seas payaso, Germán! – exclamó la pediatra mirando alarmada a Alba que la observaba con un gesto mezcla de sorpresa, curiosidad y ligero enfado. ¡Natalia jamás le había hablado de ello! Ni siquiera en aquellos años en los que le aseguró haberle contado todos sus secretos.

- Me tuvieron tocándoles más de dos horas.... – continuó con tono de broma – mientras ellas...

- ¿Es en serio? – preguntó Alba cortándolo y mirando a Natalia con gesto interrogador.

- ¡Claro que no! – exclamó la pediatra mirando a Germán con el ceño fruncido haciendo una inclinación recriminatoria con la cabeza - se está burlando de ti. Nos juntábamos en casa, cuando mis padres estaban de viaje y Germán se llevaba la guitarra...

- Y vosotras os besabais cuando creíais que estaba tan borracho que no me enteraba. Y os reíais a mi costa – reveló enarcando las cejas y entornando los ojos.

- Eso si, no lo voy a negar – sonrió Natalia recordando aquellos tiempos en los que los tres eran inseparables.

- Y bailabais agarraditas y...

- ¡Germán! – protestó Natalia y el médico guardó silencio con un gesto de circunstancias mirando a la enfermera.

- Sigue, sigue – le pidió Alba mostrándose interesada y divertida - ¿qué más hacían?

- No hacíamos nada – dijo Natalia cortante - y tú - lo miró fijamente indicándole que no revelase nada más - deja de hablar y toca aquella canción que le gustaba tanto a... Adela, ¿sabes cual te digo? - miró a Alba temiendo su reacción pero la enfermera era feliz de estar así con los dos, conociendo los detalles de su juventud, sintiéndose una privilegiada por poder compartir con ellos sus recuerdos, conocedora de lo importante que era para ambos y ella se sentía feliz de verlos recuperar aquella vieja amistad, y ver como en el fondo ambos seguían queriéndose.

- Si, claro que me acuerdo – respondió rasgando de nuevo su vieja guitarra, entrecerró los ojos y comenzó a cantar ante la perplejidad de la enfermera – Y uno se cree que las mató. El tiempo y la ausencia..... - Germán seguía cantando acompañándose de la guitarra y ambas se dispusieron a escuchar, sintiendo algo especial difícil de explicar, Natalia miró a Alba y le sonrió de tal forma que la enfermera sintió una punzada de deseo crecer en su interior -... son aquellas pequeñas cosas....

Los tres, allí sentados, cada uno por sus motivos y razones, tuvieron la sensación de que sus cuerpos no existían, de que se habían fugado en el río del olvido y la nostalgia.

Natalia recordaba aquellos días de facultad, aquellas escapadas en la noche para colarse en la habitación de Germán, y que les cantara con su guitarra como estaba haciendo ahora, instintivamente cogió la mano de Alba y, sin miedo a comentarios de nadie, la aferró entre la suyas, clavando sus ojos de nuevo en ella con una sonrisa llena de amor, Alba se la devolvió con creces, disfrutando de aquella melodía lenta y melancólica, aún si creer que todo aquello fuera cierto y sintiendo que la magia de aquel lugar los había hechizado a todos, no creía que Natalia estuviera allí a su lado, tomándola de la mano y sonriéndole de aquella forma que la dejaba completamente paralizada, sin ser capaz de hacer nada más que mirarla y hundirse en ella, en la profundidad de sus ojos y el calor de su mirada.

La ClínicaWhere stories live. Discover now