Capítulo 66

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En contra de lo que Natalia se temía, la comida fue frugal y a su criterio exquisita. Nada de carnes grasientas, el lugar estaba especializado en todo tipo de pescados frescos recién capturados en el lago. Alba se encargó de escoger una ensalada tropical, con una mezcla de sabores que Natalia jamás había probado combinados a base de piña y marisco y unos pescados a la parrilla que la dejaron impresionada. Por no hablar de un aperitivo de la casa consistente en un cocktail de camarones con aceitunas negras, cebollitas, tomate, queso y aguacate, aliñado con limón y cilantro, que dejó a la pediatra con ganas de más.

A pesar de ello, y de la charla que médico y enfermera intentaban mantener llena de bromas y buen humor, y a la que ella se sumaba esporádicamente, a Alba le parecía que Natalia estaba ligeramente ausente, diría que incluso preocupada, conociéndola estaría aún pensando en la pequeña que había operado, no le dio más importancia, sobre todo, desde que la viera comer más de lo que esperaba, pero no dejaba de mostrarse seria y distraída. Hasta que finalmente, dando muestras de no estar escuchándolos, interrumpió la discusión que mantenían médico y enfermera, sobre si estaba más sabroso el pescado ahumado que había querido pedir él o ese inmenso ejemplar asado por el que, al final, se habían decantado con la idea de compartirlo los tres y que parecía no tener fin.

- Vosotros... ¿qué opináis de Oscar? – preguntó de sopetón provocando que ambos guardaran silencio comprendiendo que la aburrían con su parloteo y mirándola sorprendidos.

- Yo no lo soporto, pero eso ya lo sabes – respondió Germán levantando una ceja en gesto interrogador, ¿por qué preguntaba por él precisamente en ese momento?

- Me refiero a lo que piensas de él – insistió, atenta a su respuesta.

- Es ese tipo de personas que nunca se implican en nada, y... aunque parezca prepotente.... es muy torpe, solo ve un camino – le dijo - pero no hay que escucharlo demasiado, es un enchufado y todo el mundo lo sabe.

- ¿Y tú? – preguntó a Alba - ¿qué opinas tú?

- Yo tampoco lo soporto. Pero Germán tiene razón, no es tan fiero el león como lo pintan – sonrió con el mismo gesto de Germán - ¿Por qué preguntas? ¿por lo que ha pasado hoy?

- Bueno... creo que hay que tener cuidado con el – respondió esquiva.

- ¿Qué quieres decir, Lacunza? – preguntó Germán ya sí interesado en el tema. La conocía y tenía ese gesto de alerta. Ntaalia siempre había sido seria, poco habladora, observadora y muy intuitiva, y si decía eso era porque había notado algo que a los demás podía haberle pasado completamente desapercibido.

- Por... nada... una sensación.

- Nat, que te conozco, tú lo dices por algo.

- No, de verdad. Solo que tengo la sensación de que es de esas personas que ven la vida desde fuera, como dice Germán nunca se implica y esas personas... pueden ser peligrosas.

- Pero... por qué – le preguntó ahora Alba.

- Pues... porque... nunca acabas por conocérselas.

- Ahora sí que estoy segura de que lo dices por algo.

- No, solo pensaba... en... - reconoció el motivo de su falta de atención durante toda la comida – en que me gustaría tenerlo... controlado.

- Lacunza, ¿qué pasa? – inquirió condescendiente.

- Nada, de verdad.

- Nat... - le dijo Alba en tono recriminatorio – no tires la piedra y escondas la mano, si preguntas por él así, sin venir a cuento, es por algo. ¡Dinoslo!

La ClínicaWhere stories live. Discover now