Capítulo 90

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La mañana era fresca, pero siempre le había agradado el ambiente de esas primeras horas, cuando las ciudades despiertan al día. Un par de jóvenes caminaban abrazados intentando darse calor y evitar caer al suelo, se tambaleaban por los efectos del alcohol y avanzaban hacia él por su misma acera. Instintivamente se cruzó al otro lado. Desde la reunión de hacía dos días tenía la sensación de que algo iba a ocurrirle y a pesar de ello, había declinado la posibilidad de trasladarse en coche oficial. Necesitaba pensar y aclarar sus ideas. Llevaba horas esperando escuchar la noticia y se había levantado antes del amanecer buscando los titulares del asesinato de Lacunza, pero no había sucedido, y eso no le cuadraba. Habían desestimado su propuesta y, sin embargo, no parecían haber hecho nada para lograr su objetivo o, no se lo habían comunicado, lo que era mucho peor. No confiaban en él, eso estaba claro. El mayor de sus temores parecía que iba a cobrar forma, su hija debía estar tras ese fallo. Estaba convencido de ello. Algo le decía que sus horas estaban contadas, pero antes tenía que poner a salvo a alguien. Su hija.

Entró en su despacho con un paso, más cansino aún que en los últimos días. El timbre del teléfono lo recibió, sobresaltándolo.

- ¿Si? – corrió hacia él extrañado de recibir una llamada a esas horas, ni siquiera su secretaria había llegado.

- ¿Martínez?

- Sí, soy yo – respondió, reconociendo la voz al instante.

Era él, al que nunca debió haber cedido, el que tenía su vida profesional y quien sabía si su vida sin más, en sus manos.

- Cambio de planes.

- No entiendo.

- Vía libre para que ejecute su idea.

- ¿Ahora?

- Desde ya. Queremos a Lacunza hundida, ¿podrá conseguirlo?

- Sí, sin problema, quizás lleve algo de tiempo – buscó una excusa, cada vez sentía más escrúpulos cuando trataba con aquel tipo - ¿seguimos con el plan original o... abortamos?

- Seguimos... siempre que nadie pueda relacionarnos con ello.

- Nadie puede, le aseguro que es un método indetectable.

- Pero ¿demasiado lento? ¿seguro que podrá acabar con ella?

- Seguro, lo que tenemos de ella es... suficientemente fuerte...

- Suficiente no me basta, la quiero hundida.

- Lo estará, déjelo de mi cuenta.

- Ni que decir tiene que... cuando todo esto acabe, valoraremos en su justa medida su inestimable ayuda.

- Gracias ¿me permite una pregunta? – necesitaba saber qué es lo que había cambiado - ¿por qué ahora? si lo hubiésemos hecho mucho antes...

- Nuestro proveedor ha desviado el cargamento, hasta dentro de un mes o mes y medio, no enviarán otro. Ese es el tiempo con el que cuenta para hundir a esa... - se interrumpió, no hacían falta calificativos para la persona que estaba echando por tierra tantos años de esfuerzo y contactos, hasta establecer una red solvente - ¡húndala! y... tendrá todo lo que desea.

- Hay... una condición.

- ¿Condiciones a estas alturas? Martínez... no está en posición de imponer condiciones.

- Yo creo que sí, es algo tan simple como que...

- ¿Qué condición?

- Mi hija. No quiero que se vea implicada.

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