Capítulo 144

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Alba aguardaba a que los soldados abrieran el portón. Desde el último control habían hecho el viaje sin sobresaltos y por fin se encontraban frente a la enorme puerta de acceso al campamento.

Condujo el jeep con cuidado sorteando a los innumerables pacientes y familiares acoplados a ambos lados del camino, y que ocupaban buena parte de él.

- Voy a llevarlo hasta tu cabaña. Estás cansado.

- Te lo agradezco. Esta maldita pierna no deja de darme la lata.

- Y tú que no dejas de hacer lo que te da la gana en vez de tomarte en serio la recuperación.

- ¿Me estás diciendo que hubieras preferido que me hubiese quedado tumbado a la bartola en vez ir a buscarte?

- No - cortó el contacto y lo miró con seriedad - ¡Y no sabes lo que te lo agradezco!

- Ni con las tripas por el suelo me hubieran impedido saber dónde estabas.

- Te creo – sonrió – y los días que pasé sin poder saber de vosotros ni comunicarme con nadie confiaba en ello. Estaba segura de que me buscarías.

- ¿No me vas a contar nunca qué ha pasado allí dentro?

- No ha pasado nada. Ya te lo he dicho. Y venga, vamos a bajar ya que mira como está esto, habrá que echar una mano.

- Ni tú ni yo vamos a trabajar hoy. Es una orden – le dijo descendiendo del jeep.

El médico miró hacia el hospital de donde salía el nuevo médico. El joven se acercaba hacia ellos y Germán se apresuró a llamar a la enfermera.

- Alba, mira ven que te presente – le dijo cuando ya estaban frente a él - este es...

- ¡Raúl!

- ¡Alba!

Los dos manifestaron su sorpresa y se abrazaron alegres de reencontrarse.

- Veo que os conocéis.

- Sí – Alba miró a los ojos de Germán – es Raúl, hemos trabajado juntos en la clínica de Nat.

- ¡Ah! Ese Raúl – murmuró su amigo.

- ¿Qué quieres decir con ese Raúl? – preguntó el interesado encarándolo.

- Yo. Nada. Nada – Germán esquivó la mirada del chico y se volvió hacia Alba que no quitaba ojo de Raúl.

- Pero qué haces tú aquí – le dijo la enfermera risueña – me dijiste que no venías a África.

- Me lo pensé mejor. Hablabas tan bien de todo esto que... me decidí. Y solicité un cambio.

- Bueno... os dejo solos que voy a coger las maletas y tumbarme un rato.

- No, Germán, deja que las coja yo que tú lo que tienes es que descansar – Alba se ofreció solícita y se apresuró a abrir la parte trasera para sacarlas.

- ¡De eso nada! las maletas las cojo yo - Raúl corrió a arrebatárselas – Germán, a Jesús le gustaría verte cuanto antes. Venía a decírtelo.

- Entonces, voy para allá.

- No seas burro y descansa un rato – Alba se cuadró ante él – lo que tenga que consultarte Jesús podrá esperar unas horas más si lo ha hecho durante estos días.

- Descanso, si tú cumples tu promesa de llamar a Madrid. Alba frunció el ceño ante el chantaje pero asintió, aceptándolo.

- Alba ¿te tomas un café y me cuentas todo? Ya me han dicho que te detuvieron en la frontera, ¡ha debido de ser...! – se calló sin saber cómo calificarlo - ¿te apetece? Estoy en mi media hora de descanso.

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