Capítulo 135

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Horas después Natalia despertó, sus ojos descubrieron a Adela que leía una revista sentada a su lado. Debía ser tarde, porque la oscuridad entraba por la ventana y la débil luz de la pequeña lamparita de noche era lo único que iluminaba la enorme habitación. Intentó cambiar de postura, pero las fuerzas le fallaron, aunque logró moverse lo suficiente para alertar a su amiga que se levantó de inmediato.

- ¿Tienes ganas de vomitar?

Natalia negó con la cabeza y la miró fijamente. Tenía ojeras y apenas iba maquillada. Debería estar en su casa con su hija y no allí con ella.

- ¿Tienes sed?

- No – pronunció casi imperceptiblemente.

- ¿Quieres un poquito de zumo?

- No... y... ¿y Paula?

- La niña está en casa de una amiga.

- Ve... ve con ella yo...

- No te preocupes por nada. Está todo controlado. ¿Te sigue doliendo el estómago?

- Sí. Yo... ¿me... voy a morir?

- Tú tienes que dejar de decir tonterías y dormirte otra vez. No te vas a morir, ¿recuerdas lo que te conté de las drogas y el veneno?

- No.

- Bueno... no importa, lo que importa es que te vas a poner bien y que te vamos a llevar al central en cuanto sea posible.

- No. Yo... no quiero ir... allí.

- Serán solo unos días. Estarás mejor atendida que aquí.

- Vete... a casa. Yo... prefiero... estar sola.

- ¿Sola? No te voy a dejar sola, nena.

- Sola... sí... mejor...

- No. Esta noche yo estoy contigo y no se hable más. Quieres que te cambie la almohada.

- Sí... me... duele la espalda.

- Ven aquí – la incorporó un poco y le acondicionó la almohada, apretó los labios al notar que le había subido la fiebre y que su cuerpo volvía a temblar – ¿quieres que te ponga de costado?

- Sí.

- Y ahora a dormir. ¿Te molesta la luz?

Negó de nuevo con la cabeza.

- Y... Alba... ¿no se queda nunca?

- Alba no está aquí, Nat – le repitió por enésima vez con paciencia.

Cerró los ojos. "No te olvidaré". Las palabras de la enfermera devolvieron a su mente los recuerdos de su vida juntas en Jinja. Sonrió levemente sintiendo la caricia de las olas en su cuerpo y los firmes brazos de Alba sosteniéndola. Era Adela que la estaba refrescando un poco, pero Natalia ya solo pensaba en Alba. "Veneno", ¡qué equivocadas estaban todas, el único veneno que corría por su sangre era el de la enfermera. Era adicta a su sonrisa, a su fuego, a sus manos recorriéndola. No podía haberse marchado sin más. Tenía que volver. Estaba segura de que sería así, volvería a sus brazos. Tenía que ser así, porque ella no podía vivir con la ausencia de sus sonrisas, sin sus ojos anhelantes, sin su mirada profunda. No podía seguir si no tenía sus besos quemándole el cuerpo, si no la hacía volar mientras gemía al viento, si no le susurraba palabras al oído, y se acurrucaba a su lado. "Me ama, me lo ha dicho", "tiene que volver, sé que volverá, no ha podido irse para siempre". Ana. Su imagen surgió con fuerza. Su rostro pálido en el ataúd. La oscuridad y el frío la envolvieron. Temblores de muerte se apoderaban de ella.

La ClínicaWhere stories live. Discover now