Capítulo 63

598 33 8
                                    


Hora y media después, la pediatra abría de nuevo los ojos, paseó la vista por la habitación y comprobó que Alba estaba allí echándole de comer al pez. Sonrió al verla.

- Debe ser tardísimo – le dijo sobresaltándola.

- No creas, no tenemos nada que hacer – se giró hacia ella devolviéndole la sonrisa.

- ¿No vamos a hacer nada? – preguntó con un deje de decepción. Había esperado que tuviera alguno de sus planes – ¿ni siquiera dar un paseo?

- Primero tienes que desayunar – rió torciendo la boca en una mueca burlona, contenta de ver cómo había cambiado su actitud en unos días – y luego ya veremos.

- No hace falta que me traigas el desayuno a la cama – comentó mirando la mesita auxiliar – quiero que me despiertes cuando tú y desayunar con los demás.

- De eso nada, llevamos dos días de aquí para allá y Germán ha sido muy claro, vuelves a tener ojeras y eso no le gusta nada y menos después de la hemorragia de ayer.

- Tengo ojeras porque a pesar de tus promesas no me dejas dormir - bromeó aludiendo a la noche pasada – y Germán sabe que esa hemorragia no es nada, solo demasiado sol.

- Aún así, mientras estés aquí yo quiero traerte el desayuno a la cama.

- ¿Y cuando volvamos! ¿también me lo llevarás a la cama? – preguntó con intención impostando un tono meloso.

- ¿Querrás? – le preguntó incrédula y ligeramente despectiva, levantándose inmediatamente del borde de la cama – creía que cuando regresáramos volveríamos a ser jefa y empleada.

Natalia no respondió, se había sorprendido del gesto y la reacción de la enfermera que se había puesto a recoger las cosas mecánicamente. Natalia bebió un sorbo de zumo y esperó a que Alba dijera algo más porque estaba segura de que algo estaba rumiando para que hubiese saltado de aquel modo y sin venir a cuento. Pero no dijo nada y Natalia siguió desayunando en silencio.

Alba no dejaba de darle vueltas a la conversación de la noche pasada, a lo que acababa de decirle Natalia y se preguntaba qué le pasaría a Ana, se giró hacia la pediatra dispuesta a preguntarle, sintiendo unos enormes deseos de saber, pero en el último instante se arrepintió y siguió con lo que hacía.

Natalia se percató de su maniobra, y conociéndola esperó que por fin rompiese el hielo y le dijese aquello que se estaba callando, pero Alba, de nuevo permaneció en silencio y se dirigió al armario, a coger guardar algunas cosas y sacar la ropa que iba a ponerse la pediatra. Luego preparó las toallas, las dobló y las colocó en la mochila que colgaba de la silla de Natalia y todo ello en silencio, un silencio que Natalia comenzó a sentir como una losa sobre su alma. Incómoda, comprendió que era ella la responsable de esa actitud de Alba, segura de que todo lo que le dijera la noche anterior la tenía desconcertada. La culpabilidad comenzó a atormentarla, no podía dejar de observar su gesto serio, lo esquiva que había estado cuando intentó besarla, repentinamente sintió que perdía el apetito, echó la bandeja a un lado preguntándose cuánto tiempo tardaría Alba en preguntar, en mostrar la necesidad de saber, porque estaba segura de que era eso lo que le ocurría. Alba necesitaba un mínimo de compromiso por su parte, ahora lo tenía claro. Desesperada al ver que la enfermera seguía pululando de un lado a otro, hasta el punto de marearla, sin decir nada, ni siquiera para recriminarle que no terminara el desayuno, se decidió a ser ella la que rompiera el silencio.

- ¿Qué quieres saber? – saltó de pronto provocando un sobresalto en la enfermera que se volvió hacia ella.

- ¿Yo? nada - respondió sorprendida - ¿por qué?

La ClínicaWhere stories live. Discover now