Capítulo 108

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Natalia llegó a casa agotada. Le costaba trabajo accionar la silla, saludó a Evelyn y le comunicó que se iba a la cama ante la sorpresa de la joven, apenas eran las siete de la tarde.

- ¿Estás bien, Nat?

- Sí, ha sido un día duro y malo y... estoy muy cansada. Voy a echarme un rato.

- Bien, tu fisio llegó hace un cuarto de hora. Está preparando todo en el gimnasio, me dijo no sé qué de un... esqueleto... ¿puede ser?

- ¡Dios! ¡lo olvidé por completo! le dije que llegara antes – exclamó haciendo un gesto de hastío – uf - exhaló entre dientes, la sola idea de ir ahora al gimnasio le provocó una sensación de cansancio aún mayor.

- ¿Quieres que le diga que no te encuentras bien? puede volver mañana.

- No, no puedo dejar la rehabilitación, bastante la abandoné ya mientras estuve fuera – suspiró sin decidirse – dile que estoy allí en un momento, voy a cambiarme.

- Como quieras – aceptó alejándose.

Natalia se quedó clavada al lado de la puerta de entrada. Sí, era lo mejor si quería estar físicamente fuerte para el día que pudiese levantarse de esa silla, pero por otro lado era consciente de que después de lo que le había ocurrido no debía hacer ejercicio, sino descansar como ya le había recomendado Cruz.

- ¡Evelyn! – la llamó y la chica se giró hacia ella - ¡espera!

- ¿Sí?

- Lo he pensado mejor, dile que hoy no voy a poder, ¿te importa?

- Claro que no, así lo acompaño a la puerta y accionó la alarma, porque imagino que hoy no esperas a nadie.

- No, a nadie, voy a acostarme.

- ¿Cojo las llamadas?

- Sí por favor, no quiero que me molesten.

Natalia se metió en su dormitorio y cerró la puerta. Metió la mano en la chaqueta y sacó el la cajita perfectamente envuelta en papel de regalo. Sus ojos se humedecieron. Abrió el cajón de la mesilla y la dejó caer en su interior. Despacio fue cerrando el cajón con la vista puesta en aquella cajita que encerraba todas sus esperanzas, todas sus ilusiones, aquella cajita que portaba mucho más que un pequeño anillo, portaba todo su corazón. Se sentía defraudada y triste, muy triste. Giró la silla y cogió el móvil para desconectarlo cuando comenzó a sonar, ¡Alba!



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La enfermera entró en la clínica con paso firme, el corazón disparado y una amplia sonrisa. Era feliz. Saludó a Teresa con la mano dispuesta a subir al despacho de Natalia, ¡al fin había llegado la hora de encontrase con ella! ¡qué largo se le había hecho el día esperando ese momento! Teresa, le hizo unas ostentosas señas con la mano para que se acercara al mostrador.

- ¡Hola, Teresa! ¿qué pasa?

- ¿Vas a ver a Nat?

- Sí, ¿quieres que le diga algo?

- No está, se ha marchado ya.

- ¿Se ha marchado? ¿tan temprano?

- Sí.

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