Capítulo 53

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Llegaron al campamento sobre las nueve de la mañana, Natalia tuvo la sensación que nada había cambiado desde la noche anterior, que nadie se había movido de sitio, sentía que el tiempo estaba detenido en aquel lugar. La historia de Ngai retumbaba en sus oídos, sus ojos se clavaban uno tras otro en todos los grupos de familiares que entonaban su lacónico cántico, situados entorno a los enfermos que esperaban ser atendidos. La aprensión que experimentara el día anterior al traspasar aquel portón se había convertido en una opresión profunda que le atenazaba el corazón, ya sabía porqué cantaban y eso no contribuía a que se sintiera mejor, todo lo contrario, ese conocimiento le provocaba una congoja desmedida y un sentimiento de impotencia, de insignificancia, ¿cómo hacerles entender que aquello no iba a servirles de nada? Iba a necesitar tiempo, mucho tiempo, un tiempo que no tenía, para acostumbrarse a todo aquello.

- Lacunza – le sonrió Germán que permanecía con la puerta abierta mirándola divertido ante el gesto compungido que mostraba con la vista clavada en la multitud que se agolpaba frente al dispensario. Estaba tan ensimismada que ni siquiera se había percatado de que el médico había detenido el jeep, había sacado su silla y esperaba que ella se girase para ayudarla a descender – Lacunza – le gritó introduciendo parte de su cuerpo dentro del coche y consiguiendo que Natalia saltase en el asiento sobresaltada - ¿estás bien? – le preguntó risueño.

- Si, si.... Perdona – dijo girándose y mirándolo que una expresión tan abatida que Germán se preocupó.

- ¿Seguro! no es necesario que hagas nada si... estás cansada o... ¿te has mareado?

- Tranquilo, solo... estaba pensando... - se sonrojó – parece todo tan.. tan como ayer...

- ¿Y cómo quieres que parezca? – soltó una carcajada aliviado al comprender lo que le ocurría – anda, ven aquí – continuó menos burlón y mucho más cariñoso izándola y sentándola en su silla – sé a lo que te refieres – intentó hablar en voz baja al ver que Phillips llegaba hasta ellos – el tiempo aquí tiene otra medida, parece que... todo es más lento... que las cosas no cambian y que.. por muchos pacientes que veas un día al siguiente todo está igual...

- ¡Eso! – exclamó mirándolo agradecida.

- Ya te lo dije ayer... ¡te acostumbrarás! es cuestión de tiempo. Verás cómo al final acabas entendiéndolos y entendiéndote con ellos.

- Bueno... no creo que pueda hacerlo... me iré antes...

- Siempre puedes volver en los veranos, lo hacen muchos médicos.

- Lo sé – murmuró pensativa.

- Ahí tienes a Alba – le dijo señalando a su espalda. La enfermera llegó con un rictus de seriedad que extrañó a ambos.

- ¿Ocurre algo? – le preguntó Germán.

- Sí, han avisado por radio, te hemos estado llamando, pero no recibías la señal – le dijo la enfermera en tono de recriminación.

- ¡Mierda! Se me ha olvidado conectarla – reconoció mirando a Natalia - ¡joder! no sé cómo he cometido un fallo como ese.

- Es culpa mía, no he dejado de preguntarte cosas y ...

- ¡Qué va a ser culpa tuya! – la cortó mirando a Alba – ¿qué pasa? – la apremió.

- Tenemos dos problemas, han llamado a André, tiene que sumarse a los efectivos que están intentando acorralar al grupo de guerrilleros.

- ¿Se sabe dónde? – le preguntó frunciendo el ceño, eso si que era un inconveniente, no podían desplazarse sin el ejército a no ser en los jeep.

La ClínicaWhere stories live. Discover now