16. El diario de James

58 15 75
                                    

Como dos horas de viaje después, llegamos. Era muy tarde, el sol estaba por meterse. Bajamos del auto. No sabía qué debía hacer después pero Stefan dijo que se lo dejara a él. Una de las pocas ventajas de ser tan cercano a Clint era que conoció a muchas personas mientras lo acompañaba. Se acercó a la puerta que era de barras metálicas. Ese lugar se encontraba en medio de la nada.

Yo me quedé esperando lejos de ahí. Después de hablar con alguien, se acercó a mí.

— Gil buscará a Paul— me dijo—. Si está aquí, podrás verlo aunque sea através de las barras de la puerta. Pero si no está aquí entonces deberás aceptarlo, ¿De acuerdo?

Asentí un tanto angustiado. Después me dijo que nos acercaríamos a la puerta. Estuvimos ahí por unos minutos, ocultos en la pared porque nadie debía vernos. Entonces escuchamos una voz.

— Yo no veo nada— dijo Paul, reconocí su voz.

Me acerqué a la puerta inmediatamente. Lo miré. Él me observó. Ambos no podíamos creer estarnos viendo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, no pude evitarlo, sentí que me dolía el corazón.

— ¡James!— dijo y extendió su brazo fuera de las barras que lo aprisionaron para tocarme.

Me quedé sin palabras temporalmente. Sólo me dediqué a mirarlo, dejar que acariciara mi cabello y a llorar.

— Tranquilo, estoy bien— me dijo con una sonrisa tenue—, ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Los demás vienen contigo?
— No, Stefan me ayudó a venir sin que nadie se diera cuenta— dije.
— ¿Stefan? ¿Ese Stefan?— dijo sin poder creerlo.

Stefan se asomó un poco. Nos dijo que debíamos apresurarnos. Luego volvió a ocultarse.

— No puedo creerlo— dijo él sorprendido.

Entonces noté que tenía el brazo izquierdo junto a su pecho sostenido por un pañuelo a modo de cabestrillo improvisado.
Lo miré aterrado. Él descubrió qué miraba.

— No te preocupes, estoy bien— me dijo.
— ¿Él te hizo eso?— dije asustado.
— Pudo ser peor. Estoy perfectamente ahora. Descuida, sólo fue un hueso roto, nada más. ¿Tú estás bien?

Lo miré fijamente mientras sentía un nudo en la garganta.

— Clint no se atrevería a...— dijo.

Él se detuvo cuando miró que mis ojos estaban llorosos. Acarició mi cara.

— Lo siento— dijo muy afligido.

Negué con la cabeza.

— No, yo lo siento mucho por ti— dije muy triste en medio de lágrimas.
— No lo sientas. Porque no me arrepiento de ser tu amigo— dijo muy serio—. Lo único que lamento es no poder estar a tu lado para protegerte.

Stefan dijo que debíamos irnos. El sol ya casi se metía por completo. Me tomó del brazo. Miré a Paul afligido. No quería irme.

— Eres una buena persona, James— me dijo Paul—. Por favor no dejes de serlo jamás, sin importar qué pase.

Sólo lloré mientras asentía con la cabeza. Paul miró a Stefan.

— Llévatelo y cuídalo por mí, por favor— le dijo.

Stefan no necesitó escuchar más, me tomó como si yo no pesara y me llevó al auto. Miré a Paul mientras me alejaban de él. No dejé de llorar en ningún momento. No quería dejarlo... sentía como si no fuera a volver a verlo.
Ya en el auto Stefan comenzó a conducir rápidamente. Yo me quedé en mi asiento sintiendo cómo las lágrimas bajaban por mi cara. Pero no era llanto de tristeza. No totalmente. Era de coraje. Porque además de alejarlo de mí también lo lastimó. Esa era otra cosa que agregaría a mi lista de razones para vengarme de Clint. No sabía cómo pero lo haría pagar por eso. Definitivamente sufriría diez veces peor que lo que sintió Paul cuando le rompió el brazo.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora