161. El diario de James (y el adiós)

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El sol tocaba la cara e iluminaba el cabello de Stefan. Me acerqué y pasé mis dedos una vez más por sus cabellos rojos. Él sólo me miró y me dejó hacerlo. Recordé cuando en mi habitación pasaba mis manos sobre sus cabellos del mismo modo y él parecía más tranquilo. En esos momentos no existía nada más que nosotros dos. No había dolor o angustia, sólo él y su hermoso cabello. Me sentí teletransportado a esos días por un momento. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Era mi preciado Stefan, no podía creer que esa era la última vez que tocaría su cabello. Me di cuenta de que me observaba con seriedad. Así que le sonreí tenuemente, para ver si lograba disimular el dolor de tener que perderlo.

— Te amo— dijo después de unos minutos de silencio.

No pude contener mi llanto después de eso. Fue muy difícil. Lo abracé con fuerza, como si pudiera impedir que algo más pasara. Como si quisiera retenerlo. Entendía lo que pasaba, no deseaba dejarlo ir. Sin embargo así no debían ser las cosas. Yo tenía un plan. Teníamos que decirnos adiós.
Después me separé de él. Había tanto que quería decirle que no me alcanzarían las palabras. No eran suficientes. Así que sólo lo miré tratando de pensar qué decir y de que el dolor de mi pecho se fuera.

— Gracias por amarme— le dije entre sollozos—. No lo merecía pero muchas gracias. Quizá en otra vida... podamos estar juntos y ser felices. Pero ahora debes irte.

Sólo me miró mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

— Jamás amaré a nadie como te amo a ti— dijo.
— Te equivocas— dije—. Conocerás a alguien que te amará tanto como tú lo harás. Y serás infinitamente feliz.

Tomé sus manos. Estaban frías.

— Cuídate mucho— le dije—. Y cuida a Boris. No dejes que beba tanto. Consigan una casa bonita. Y cuando se instalen ahí, busca una de esas guías para universidades que tanto solías revisar cuando estábamos en la escuela. Elige una. Estudia mucho y entra. Lo harás bien. Te gusta estudiar. Eres tan listo que no hay nada que no puedas hacer. Te irá bien. Te animaré desde lejos.
— ¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué tengo que irme así?— dijo entre lágrimas.
— Porque cuando amas algo, lo dejas ir— dije—. Tú me dijiste eso una vez. Y te quiero tanto que mi mayor acto de amor por ti será dejarte libre.

Nos observamos por unos segundos. Limpié mi cara y le sonreí.

— Estaré bien— le dije—. Lo juro. Así que puedes irte en paz. Por fin eres libre.

Se quedó en silencio unos segundos. Limpió su cara.

— Creo que sí habrá otra vida— dijo al fin—. Una en donde sí podremos estar juntos.

Eso me sacó una risita.

— Pero por ahora este es el adiós— dije.
— Lo sé— dijo y soltó mis manos.

Caminó un poco. Pensé que se iría pero se detuvo. Me miró.

— Adiós, James... no, Jimi. Eres Jimi, ¿No?— dijo.

Lloré aún más. No pude decir nada así que sólo asentí con la cabeza un poco hasta que pude hablar.

— Así me llaman las personas que me aman— dije.
— Entonces adiós, Jimi.

Después de eso se giró y se fue. Lo observé alejarse. Y tuve que apretar fuerte mis puños para no seguirlo. Para no detenerlo y decirle que quería que se quedara conmigo. Porque sentía que una parte de mí se iba con él. Porque mi corazón dolía tanto que hasta respirar era difícil. Estaba perdiendo a mi Stefan. Lo estaba viendo irse para siempre. Pero mi amor era más grande que cualquier cosa. No lo seguí. No me moví siquiera. Lo vi por la ventana llegar al auto y subirse junto a los demás. Después se fueron. Unas últimas lágrimas bajaron por mi cara. Ahí iban mis queridos amigos. Sabía que no los volvería a ver jamás. Y estaba bien. Por fin serían felices.

Rupturas de PasilloWhere stories live. Discover now