198. El diario de James

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En veces cuando estaba en la escuela estudiando, volteaba a mi izquierda para buscar a Stefan. En otras simplemente de la nada me giraba para mirar a mi alrededor con temor. Sabía que nadie iba a estar vigilándome pero aún así no podía dejar de estar alerta. A pesar de que todo terminó y me encontraba a salvo, seguía teniendo miedo. Era en momentos como ese cuando deseaba poder tomarme algo que me hiciera olvidar todo. Por suerte podía llamar al jefe. Y él siempre me aseguraba que todo estaría bien. Que yo podía resistir. Le creía. Solía pensar que sí él lo logró, yo también. Sólo debía ser más fuerte. Aunque no sabía de dónde podría sacar fortaleza siendo que tenía miedo la mayoría del tiempo. Sentía que jamás estaría a salvo.

Ya no me molestaban en la escuela pero no me sentía cómodo. Quería no tener que regresar. La odiaba. Y me preguntaba cuántas personas en todo el mundo no se sentían seguras en su propia escuela. Cuántas fantaseaban con quemar todo. Yo lo hacía. Jamás me atrevería pero sí lo pensaba. Una mañana en el receso mientras intentaba comer mi almuerzo (no quería, comer me era muy complicado pero lo hacía para mantener un buen estado físico), Percy se acercó a mí. Yo estaba en la mesa junto a las canchas. Lo miré cansado. Suspiré.

— Eres muy molesto— le dije.
— Pero aún no he dicho nada— dijo.
— Sospecho que no viniste hasta aquí sólo para saludarme.
— Es lo que estaba por hacer— dijo feliz—. Iba a darte los buenos días, te diría que me gusta la liga con la que sostienes tu cabello y te pediría si podrías ayudarme.
— No quiero ayudarte— le dije—. Vete.
— Pero aún no digo en qué necesito tu ayuda.
— No quiero hacerlo.
— ¿Aún sin saber?
— La última vez que me involucré contigo las cosas se salieron de control. Tienes novio, ve a molestarlo a él.
— Es que una de las máquinas expendedoras se quedó con mi dinero— dijo—. Clyde y Jerome trataron de moverla pero no se puede. Rodrigo estaba ahí y también trató pero sigue sin soltar nada... entonces se me ocurrió que si la movieran todos juntos podría funcionar.

Tomé mi billetera. Saqué unos billetes y los puse sobre la mesa.

— Compra dulces en otra máquina y olvida esa— le dije irritado—. Y trata de no hablarme otra vez el resto de tu vida.
— No puedo aceptar tu dinero— dijo—. Tengo el mío. Si lo recupero...

Me levanté de mi asiento. Tomé el dinero. Me acerqué a él. Me miraba atentamente. Sujeté su mano, le puse el dinero en su puño, lo cerré y regrese a mi sitio. Seguí comiendo. En algún momento se fue. Me quedé pensando en lo que haría cuando me quitaran el cabestrillo porque debía ir el día siguiente al hospital para eso. Entonces me interrumpieron. Clyde puso el dinero en la mesa frente a mí. Lo observé. No parecía feliz. Estaba solo, sin Percy.

— No queremos tu dinero— dijo.
— Sólo quieren molestarme— dije.
— Si piensas que somos una molestia, ¿Por qué querías darle dinero a Percy?
— Era un soborno— dije—. Además tengo mucho dinero.
— No deberías regalar así el dinero de tus padres.
— No es dinero de mis padres— dije—. Es mío. Vendí una propiedad recientemente. Pude pagar mis deudas y hasta sobró.
— Aún así no lo queremos. Sólo ayúdanos un poco.
— Mejor toma el dinero. Es lo mismo.
— Quizá para Percy sí sería lo mismo porque no habría perdido su dinero pero si logramos acomodar la máquina, más personas podrán usarla. Beneficiará a los estudiantes.
— Mucho menos te ayudaré. Yo odio a todos aquí.
— No debes hablar en serio— dijo.
— Si pudiera quemar esta escuela con todos adentro, lo haría sin pensar.

Tomé mis cosas y me fui al salón de clases. Comencé a estudiar un poco. En algún momento todos volvieron y el profesor comenzó a dar clases. Estaba muy concentrado en eso cuando me dijo que se irían al laboratorio.

— Puedes quedarte aquí, no tienes que venir con nosotros— dijo.
— Iré— dije mientras me levantaba y tomaba mis cosas.
— ¿Significa que quieres formar parte de la actividad? ¡Qué bien! Te va a gustar, analizaremos un cultivo de bacterias.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora