49. El diario de James

46 13 41
                                    

En medio de tanta gente en el club, con las luces agitando todo y siendo terriblemente hipnóticas, avancé lentamente hasta la salida. Miré para atrás para ver si Stefan me seguía. No lo hacía, debía creer que yo seguía con Bran. Pero él había ido a meterse un poco de polvo así que era muy conveniente que no estuviera ahí. Me acerqué a un rincón. Tomé lo que me dió y lo inhalé. Era algo nuevo al parecer. Sólo me quedó desear que hiciera efecto rápidamente. Quería no tener que pensar.
Después continúe mi camino hasta la puerta. Al llegar ahí me fui por el callejón. Seguí hasta aquel auto viejo de la última vez que estuve ahí. Esquivé personas en el camino y no me importaron realmente. Sólo quería llegar.
Porque tal y como pensaba, él se encontraba ahí. Al verme no se levantó del suelo, sólo me miró. Estaba recargado en el auto con una botella en la mano.

— Angelito— me dijo Boris—, ¿Has venido a visitarme?

Me acerqué y me senté a su lado. Me observó.

— ¿Te caíste del paraíso o por qué estás tan golpeado?— dijo.
— Me caí— dije—. Otra vez.
— Ya había pasado antes, ¿No?
— Varias veces— dije.

Me ofreció su botella. La tomé y bebí un gran trago. No sabía qué era pero sabía muy fuerte. Sin embargo lo necesitaba. Se la regresé.

— Al menos sigues vivo— dijo.
— Me gustaría estar muerto— dije.

No era una mentira.

— Yo también— dijo—. Al fin tenemos algo en común.
— Ya teníamos algo en común— dije.

Me miró con interés.

— Nos importa Stefan— dije—. Porque no soy estúpido, sé que todavía lo cuidas y proteges. Te interesa. A mí también. Es algo que compartimos.
— No sé de qué hablas.

Sonreí.

— No te preocupes— dije—. Lo protegeré.
— Pensé que él te protegía a ti.
— Nos protegemos mutuamente.
— ¿Por qué?
— Porque tenemos sexo— dije tranquilamente.

Tomó su botella y le dio un trago. Lo observé.

— ¿Y dónde está él ahora?— dijo. Evidentemente estaba muy ebrio.
— Adentro, buscándome— le dije—. Enloqueciendo porque no me encuentra.
— Pero aún así estás aquí.
— Necesito un respiro.
— Yo diría, pequeño niño tonto, que lo que necesitas es más que eso.
— También lo pienso— dije—. Pero a nadie le importa lo que quiero. Excepto a Stefan.
— Siempre fue muy idiota.
— Lo sé. Ojalá pensara más en sí mismo...
— No puede— dijo él—. Está enamorado de ti. Es obvio. Se ve.
— ¿Y eso está mal?
— Claro que sí— dijo tranquilamente—. Porque todos te aman. Y tú no amas a nadie.
— ¿Cómo sabes que no amo a nadie?
— Se ve en tus ojos.
— ¿Y tú tienes el poder para ver ese tipo de cosas?
— No pero la tristeza a veces se refleja en los ojos. Y los tuyos son muy hermosos... pero muy tristes.

Suspiré.

— Me gustaría poder amar a alguien. Algún día— dije.
— Eso no será posible. Estás aquí ahora.
— No me siento atrapado.
— Entonces corre— dijo muy serio mientras me miraba—. Te reto. Levántate y corre. Inténtalo.

Lo miré con angustia.

— Sabes que no puedes— me dijo—. Porque alguien va a ir a detenerte. Te impedirán irte. Así que estás tan atrapado como yo.
— Encontraré una forma de liberarme.
— La muerte es la única forma— dijo, me ofreció su botella—. Pero no te preocupes, bello angelito, llegará muy pronto por nosotros. Entonces tú podrás volver al paraíso.

La tomé. La miré. Sentí muchas ganas de llorar. Sabía que Clint nunca me dejaría ir. No podría escapar. Si yo trataba algo, él podría lastimar a mis padres... o algo peor.

Rupturas de PasilloOnde histórias criam vida. Descubra agora