186. El diario de James

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Ya en la cocina (donde aproveché que Madie estaba distraída hablando con Ben para comerme otra pastilla), esperé a que la comida se calentara mientras la miraba girar en el microondas. Era hipnótico.

— ¿Creen que debería hacer más té?— dijo Ben.
— ¿Por qué te gusta tanto el té?— le pregunté.
— Porque en su vida anterior fue una ancianita— dijo Madie.
— Tal vez— dijo Ben—. En realidad me relaja bastante.
— Yo no me siento más relajado bebiendo té— dije—. O cualquier otra cosa.
— ¿Entonces no estás relajado?— me preguntó el profesor—, ¿Podrías describir cómo te sientes ahora?
— ¿Justo en este momento?— dije.
— Podrías tratar— me dijo Madie.

Lo pensé un poco.

— Me siento... muy perdido— dije.
— ¿Como cuando vas a un bosque y olvidas el camino de regreso?— me dijo Ben.
— No literalmente porque estoy aquí— dije—. Simplemente no sé qué sigue después. O qué pasará. O qué debería hacer o decir. Me he dedicado a recibir instrucciones desde que me llevaron al hospital y eso no está mal porque sinceramente yo no tengo idea alguna de qué hacer y es bastante lindo que los demás sí sepan pero... no me gusta. Quiero tener el control de mi vida. Pero no sé qué hacer con ella. Es complicado. Además mi brazo sufre de mucha comezón. Y también duele.

Tomé otra pastilla del frasco y la metí en mi boca.

— ¡Deja de hacer eso, no son caramelos!— me dijo Madie y me quitó el frasco.
— Déjalo en paz, el pobrecito acaba de decir que se siente perdido— dijo Ben y le quitó el frasco—. Sé lo que es eso. No exactamente pero... creo que entiendo como es. En mi opinión no es muy diferente a cuando te pierdes en un bosque. Hay muchos lugares por los que deberías irte pero no sabes a dónde te llevarán. Y como ya sufriste tanto, quieres llegar a un buen lugar pero temes que todo lo que elijas te lleve a un sitio como el que acabas de abandonar. Porque no confías en que puedas hacer buenas elecciones. Para hacerlo peor, te encuentras con personas que saben exactamente a donde deben ir... y te sientes aún más presionado. No quieres depender de nadie pero no sabes qué hacer...

Lo observé sorprendido.

— ¿Cuándo te sentiste así?— le preguntó el profesor.
— Muchas veces— dijo Ben—. Cuando tenía que elegir a dónde estudiar la universidad. Cuando debía elegir entre tú y mamá. Y cuando me perdía en los bosques, ahí todo era literalmente.
— ¿Y no elegiste a tu mamá?— dije.

Me observó. Todos también.

— No podía— dijo Ben—. Ella se estaba equivocando.
— No sé si yo podría hacerle algo así a mi mamá— dije.
— Porque tu mami es increíble— dijo Madie.
— La mía igual tiene muchas cosas buenas— dijo Ben—. Ojalá ella pudiera ver todas las cosas buenas que yo tengo también...
— Podrías obligarla— dije.
— ¿Qué?— dijo Madie.
— Cinco minutos conmigo a solas y ella haría y diría todo lo que tú quisieras— dije.

Me miraron en silencio por unos segundos.

— No quiero obligarla, quiero que cambie de opinión por sí misma— dijo Ben.
— Pero eso podría tardar— dije—. Yo te ayudaría a acelerar el proceso.
— ¿Y lo lograrías?— me dijo Madie.
— Aunque no lo parezca soy bastante convincente cuando quiero— dije—. He manejado bien a personas muy peligrosas, esa señora no sería ningún problema.
— Es una mujer muy religiosa— dijo Madie.
— ¿De verdad? Qué interesante— dije—. Me encanta la gente así. Generalmente son las más hipócritas.
— Mi mami no es perfecta pero sí una buena persona y nadie la tratará como si fuera un mafioso— dijo Ben.
— Sospecho que los mafiosos son más fáciles de manejar que la gente religiosa— dije y le quité el frasco de las manos. Tomé otra pastilla y me la tragué—. Ellos sólo entienden dos cosas: dinero y violencia.
— Ambos principios parecen adecuarse a todas las personas— me dijo el profesor.
— No a la gente religiosa. Generalmente se sienten mejor que todo el mundo. El dinero es pecado y aceptarían la violencia para quedar como mártires. Pero hay otros métodos...
— Suficiente, ya basta— dijo Madie y me quitó el frasco—. El ibuprofeno ya te está afectando... esto no es ibuprofeno.

Rupturas de Pasilloحيث تعيش القصص. اكتشف الآن