176. El diario de James

49 10 32
                                    

Llevaba días sin poder dormir bien. Y ya me estaba empezando a costar trabajo mentirle a los demás al respecto. Pero no podía decirles. Se preocuparían. La verdad era que desde que me quitaron el sedante, no dormía casi nada. Me sentía muy cansado y de verdad lo deseaba pero sólo tenía que cerrar los ojos y empezaba una pesadilla. No quería tener que ver a nadie en mis sueños. Pero parecía imposible. Como si mi mente quisiera torturarme mostrándome eso. Me costaba demasiado trabajo distinguir si era un sueño o la realidad. Una vez logré despertarme porque caí de la cama. Al menos ya no golpeé a nadie. Aún me sentía mal por hacerle eso a Alex. Por asustarlos a todos. Admitía que gracias a la atención de Neil me sentía menos asustado y confundido pero... me daba miedo pensar que esas pesadillas no se irían nunca. Quizá eran mi castigo. Lo aceptaba, después de todo no esperaba salir de ese mundo sin consecuencias.

Trataba de parecer feliz. Aun cuando por dentro me estaba derrumbando. Me dolía la muerte de Doradito. Cada vez que lo recordaba, aparecía la cara de Stefan. Creí que cuando él ya no estuviera, Doradito y yo podríamos extrañarlo juntos. Pero hasta a él lo perdí. Tal vez así era mejor. Doradito ya no tendría que sufrir su ausencia. Eso se me quedaría a mí. Me lo merecía. Me había ganado ese sufrimiento. Quizá por eso dios había hecho que Paul muriera. Para torturarme.

Sin embargo no podía llorar siquiera porque Zac solía estar conmigo en cada momento. Y se veía tan angustiado, tan frágil y delicado... que creí que si yo lloraba, él lo haría también. No quería verlo así. Si Zac lloraba por mi culpa, se me rompería el resto de corazón que me quedaba. Si es que aún tenía uno. Tal vez ya no tenía nada.

Intenté enfocarme en recuperarme. Siquiera para poder volver a caminar. Odiaba usar una silla de ruedas, no me dejaban subirme solo y eso que podía. Me hacía sentir muy inútil.
Aunque mi herida estaba sanando bien según Will. Me quitarían los puntos en unos días, coincidiría con el día de mi audiencia. Eso me tenía un poco nervioso así que trataba de no pensarlo mucho. Pero parecía que eso era lo que no podía dejar de hacer: pensar. No lograba apagar mi cerebro. Todo lo que recordaba era doloroso. Así que mis pensamientos combinados con la falta de sueño me tenían muy cansado. Y en algún momento no lo soporté.

Cuando Zac me estaba leyendo un libro, empecé a quedarme dormido. No me di cuenta. Soñé que estaba en el lago donde Bran y Gabe lanzaron el cadáver de ese hombre al que mandé a matar. Cuando logré despertar, fue porque estaba en el suelo y Zac se encontraba encima de mí. Al parecer esa fue la única manera que encontró para mantenerme quieto. Por suerte no le hice daño. Pero gracias a eso Neil descubrió mis problemas de sueño.

— No te preocupes, encontraremos una manera de hacer que se vayan— dijo.
— ¿No sería más fácil darme un sedante?
— Jimi, tienes problemas con drogas. No pueden administrarte ningún sedante.
— Pero lo necesito. No he dormido en mucho tiempo. Me duele la cabeza... quiero dormir.

Me observó.

— Lo entiendo— dijo preocupado—. Y lamento que tengas que pasar por eso...
— Es como si mi cerebro fuera a explotar.
— Eso no es tanto por la falta de sueño. Es la abstinencia. Darte sedantes sólo calmaría temporalmente esos síntomas para empeorarlos después.
— ¿Entonces tengo que quedarme así?
— Por ahora sí pero...

Entonces tomé mi almohada, la puse contra mi cara y grité. Se suponía que debía aislar mi voz pero aún así mi mamá entró rápidamente.

— Jimi, ¿Qué haces?— dijo preocupada.

La miré.

— Quiero irme a casa— le dije triste.

Me abrazó.

— Muy pronto podremos irnos— dijo ella con dulzura—. Todo estará bien, no te preocupes.

Pero nada estaría bien. Todo empeoraría.
Al día siguiente, Alex me llevó mi almuerzo. Él se veía feliz. Puso una charola plateada sobre una mesita.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora