158. El diario de James (y el maletero)

59 11 37
                                    

Sinceramente aún después de todo lo que Clint me había hecho, yo no podía odiarlo totalmente. No tanto por admirarlo porque no me simpatizaba siquiera, era más por costumbre. Había pasado muchos meses a su lado. Además en sus breves momentos de claridad era una persona agradable. Hasta casi parecía humano. Así fue en nuestra boda. Como si todo ese monstruo que generalmente no podía (ni quería) ocultar hubiera abandonado su cuerpo. En la ciudad capital era legal el matrimonio en personas del mismo sexo. Nos casó un sujeto que salió de quién sabe donde. Yo estaba demasiado confundido como para saberlo. De hecho toda esa noche fue como una serie de pequeños resplandores mostrándome imágenes que no parecían tener sentido. Fue una mala idea inhalar tanto de ese polvo pero de otra forma sentía que no lo hubiera soportado. Fuimos a muchas partes durante toda la noche. A fiestas llenas de gente y otros sitios por toda la ciudad. Me sentía como si flotara en una nube en algún momento. En otros sólo quería llorar. Y estaba seguro de que en medio de mis delirios mientras viajábamos por la ciudad, vi a Evan. Probablemente fue un anuncio. Pero lo vi y tuve que apretar fuerte mis puños para no ponerme a llorar.
En la madrugada fuimos a un hotel. No al nuestro, a otro. Y consumamos el matrimonio. Tres veces. Yo sólo me dejé caer en la cama y traté de quedarme quieto para no darle razones para golpearme. Así fue mi noche de bodas.

Al día siguiente me dolía la cabeza. Pero mucho. Vomité un par de veces. Al parecer sí me excedí. Me sorprendía que Clint no se hubiera dado cuenta de lo desorientado que estuve. También me sorprendía no haber tenido una sobredosis. Quizá tuve suerte. O no. Morir hubiera sido mejor que tener que casarme con él.
Al menos no tenía que verlo, Bran fue a despertarme y me dijo que se fue a una reunión.

— No te ofendas pero te ves terrible, ¿Qué pasó, se fueron de fiesta?— dijo.
— Algo así— dije mientras estaba en el baño inclinado sobre el retrete tratando de vomitar y él sostenía mi cabello.
— ¿Y no me llevaron? Qué desconsiderados.
— ¿Te dijo a dónde se fue?
— No pero tiene una reunión hoy en la tarde— dijo—. Con todos sus socios. Es importante... ¿Seguro de que estás bien?
— Estoy bien— dije—. Sólo necesito agua.

Me levanté de ahí. Miré mi mano. Mi anillo de compromiso seguía ahí, también los de Charly y Vins pero había uno más. Definitivamente me había casado. Suspiré. No me sentía diferente. De hecho no recordaba mucho. Sólo que nuestra boda estuvo muy vacía. Y que antes de desnudarme, Clint me dijo que por fin ya era todo suyo.
Como si no lo fuera desde antes, cuando me obligó a estar a su lado.

— ¿Clint te dijo que yo debía hacer algo?— pregunté.
— No, simplemente me dijo que debía hacerte compañía.
— Bien. Busquemos agua y comida— dije, miré a mi alrededor—, ¿Dónde estamos?
— En otro de los muchos nuevos hoteles de Clint— dijo—. Así que podrías pedir comida o bajar al restaurante a comer. No tendrás que pagar nada.

Fuimos a comer después de que tomé un baño. Mandé a Bran a que me consiguiera ropa porque la mía era un desastre.
Ya en el restaurante me bebí una de esas bebidas hidratantes completas de jalón junto a muchos medicamentos para el dolor de cabeza. Después me llevaron comida. Lo odié. Bran se veía muy feliz comiendo. La luz me hacía sentirme peor y eso que estaba usando unas gafas para el sol.

— Esto sabe terrible— dije.
— Últimamente no te gusta nada— me dijo—, ¿No te parece extraño?
— Nadie sabe cocinar bien.
— Pero el chef de aquí parecía muy profesional. A mí me gusta bastante.
— Quizá no tengo ánimo de nada— dije. Entonces se me ocurrió ver mi telefono. Tenía una llamada perdida de Gabe. Lo llamé—. Hola, ¿Qué pasa?
— Majestad, esto no va a gustarle— dijo—. Hay alguien que sabe que hemos ayudado a gente a escapar. Es uno de esos hombres muy fieles a Clint. Quiere delatarnos pero lo tenemos. Aún no le dice nada a nadie según parece.
— ¿Según parece?— dije.
— Eso dijo. Creo que dice la verdad, Mich lo golpeó un poco para hacerlo hablar.
— Pues necesitamos saber si lo que dice es cierto— dije—. En caso de que hayan más personas hay que deshacernos de ellas también.
— ¿Lo presionamos más?
— Sí pero que no muera— dije—. Sólo queremos la verdad. Inventen algo.
— Como ordene— dijo.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora