102. El diario de Zac

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Al entrar vi que el padre de Will estaba en la recepción. Pero su madre se había ido. Me acerqué.

— Doctor Harper— le dije.

Él, que miraba unos papeles sobre una mesa, se giró y me miró. Sonrió.

— Zachary— dijo de buen humor—, qué agradable es ver que sigues con vida.

Sí, ya me esperaba un comentario como ese.

— Sí, también me alegra verlo— dije un poco incómodo.
— ¿Qué haces aquí? ¿William está aquí también?
— No, sólo soy yo— dije.
— ¿Está todo bien? ¿Ocurre algo con William o con Alexander? Porque si es así y te están causando problemas, es tu culpa por involucrarte con ellos.
— No, los dos están muy bien— dije.
— Qué bien.

Después le regresó los papeles a la recepcionista y le dijo que se los enviara a la doctora Harper. Él se dirigió al ascensor. Lo seguí.

— En realidad vine hasta aquí para hablar con usted— dije, entramos—. También con la doctora Harper.
— ¿Sobre qué? ¿William se estuvo quejando de nosotros de nuevo?
— No... bueno, quizá sí un poco... pero no es a eso a lo que he venido.
— Ya que estás aquí, deberías llevarte las cosas que encontramos de William en el ático. No son muchas— aplastó varios botones en el ascensor y este comenzó a moverse.
— Él prometió venir por ellas luego— dije.
— Bien. Que avise cuando vaya a ir a la casa para que le dejemos la llave en algún lugar. Cambiamos las cerraduras de todas las puertas recientemente.
— Le diré— dije.
— Bien— dijo, se abrió la puerta del ascensor, salió y comenzó a caminar—. Un placer hablar contigo.
— Igualmente— dije feliz.

Lo observé irse. Entonces caí en cuenta de que me estaba despidiendo. ¿Acaso no había ido hasta ahí para hablar? ¿Por qué dejé que se fuera?
Corrí hasta alcanzarlo.

— Espere, aún no le digo lo que quería decir— dije mientras lo alcanzaba.

Entonces apareció una chica.

— Doctor Harper, tengo estas hojas que requieren su firma— dijo.

Él las tomó, las firmó y se las regresó.

— Gracias— le dijo con una sonrisa.

La cara de ella se puso roja y se fue rápidamente.
No me sorprendía que el doctor Harper causara ese efecto en la gente. A Will le pasaba todo el tiempo.

— Qué linda— dijo el doctor Harper—. Su cara era como un tomate.

Siguió su camino. Definitivamente él sí era consciente de la forma en la que reaccionaba la gente por su culpa. Cosa que Will no veía.
Lo seguí.

— Sí que es muy popular— dije.
— Tengo que serlo. Es mi clínica. Apuesto a que tú debes ser igual en tu escuela. Seguramente te deben sobrar los pretendientes.
— No lo creo— dije.
— Pues si encuentras alguien mejor que William, no me ofendería que lo dejaras.
— Eso no va a pasar— dije molesto.
— Pero si pasa ya tienes mi permiso. Aunque sería una lástima para William. Se ve que le gustas mucho.
— A mí también me gusta mucho. No lo dejaré. Es como si yo le dijera que deje a su esposa.
— Helen y yo tenemos un largo matrimonio— dijo él—. No hay punto de comparación con lo que tienes con William.
— Will y yo llevamos más de un año desde que nos volvimos pareja. Nos gustábamos desde antes y estamos comprometidos. No es comparable con tantos años de matrimonio pero sí demuestra que lo nuestro va en serio. Además no todas las parejas son iguales. Hay algunas que en treinta años no logran amarse del todo y otras que en sólo un par de días lo logran.
— ¿Estás insinuando que Helen y yo no tenemos un buen matrimonio?
— ¡No, para nada quise decir eso!
— Porque estarías en un terrible error. Amo a mi esposa.
— Lo sé— dije—. Se nota.
— Bien. Ahora que ya solucionamos eso, te deseo un buen viaje de regreso a casa.
— Gracias... no, espere, todavía no termino de hablar con usted.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora