66. El diario de Zac

39 13 43
                                    

Will no entendía qué pasaba (tampoco muchas personas que nos miraban), pero yo sólo lo abracé como si pudiera detener el tiempo con eso. Estaba disfrutándolo cuando él inmediatamente me apartó un poco de su lado para poder verme. Me sostuvo de los hombros. Le sonreí.

— ¿Pero qué... ¿Por qué estás sangrando?— dijo asustado.
— No importa, no me duele— dije feliz—, pero me alegra mucho que estés aquí.
— Ya está diciendo locuras, es obvio que sí tiene una contusión— dijo Alex.
— ¡No te preocupes calabacita, resiste!— me dijo mamá.
— ¡Dejen que yo lo cuide, fue mi culpa de todas formas!— dijo la doctora Hermes.
— ¿Qué?— dijo mi mamá atónita.
— ¡No es cierto, fue mía!— le dijo el profesor angustiado.
— ¡Fue de los dos y no dejaré que se acerquen a Zac, son pésimos para cuidar hijos!— les dijo Lou molesto.

Siguieron reclamándose cosas mientras hablaban sin parar pero a mí no me importaba porque Will estaba ahí y era todo lo que necesitaba para ser feliz. Se me ocurrió mirarlo y descubrí que no se veía para nada feliz. Parecía molesto. Iba a decirle cuando él habló.

— ¡Cállense ya!— gritó.

Todos lo miraron en silencio. Definitivamente estaba molesto. Eso era raro, casi nunca pasaba. Hacer enojar a Will era algo muy difícil.
Me miró preocupado.

— Ven, te curaré— me dijo dulcemente.

Me tomó de los hombros y me guió hasta afuera. Simplemente me dejé llevar, no sabía qué fue eso y si estaba molesto no quería que se enojara conmigo.
Fuimos al estacionamiento. Llegamos a su auto. Buscó en el maletero. Siempre llevaba cosas de primeros auxilios. Las tomó. Se acercó a mí. Parecía muy tranquilo y eso me tenía bastante nervioso, no sabía si debía hablarle, quedarme callado o irme corriendo. Una parte de mí sí quería huir. Sentía que todo eso fue mi culpa.

— Limpiaré la herida— dijo mientras sostenía un algodón—. Podría dolerte.
— Estoy bien— dije.
— No es cierto— dijo muy serio mientras lo ponía en mi frente—, cuando llegué, mucho antes de que notaras que yo estaba ahí, tenías cara de que estabas apunto de ponerte a llorar.

No era una mentira, sí me sentía pésimo, de no ser por él sí hubiera llorado.

— Es que sólo empeoré las cosas— dije un poco triste.
— Créeme, no hay nada ahí que no estuviera mal de por sí.
— Pero sólo causé más problemas.
— No sé por qué te sientes culpable si tú eres el que está herido.
— Quizá me lo merecía. Por meterme en lo que no me importa.
— ¿Y porqué hiciste eso?
— Lou me preocupaba— dije.
— Y Lou es tu hermano. Así que sí te importaba.

Will era maravilloso en muchos aspectos. Siempre sabía qué decir para hacerme sentir mejor. Lo iba a abrazar cuando en ese momento Alex y Neil llegaron.

— Zac, ¿Estás bien?— me preguntó Alex angustiado.
— Eso creo— dije.
— Qué alivio— dijo Neil mientras miraba lo que Will hacía con mi cara—. Parece que no necesitará puntos.
— ¿No?— dije.
— No, no es una herida profunda— dijo Will—. Ya la cubrí, ojalá no se infecte. Ahora revisaré tu brazo.

Lo miré. Dolía pero poquito. Hasta parecía que las férulas de mis dedos se movieron un poco. Eso no podía ser bueno. Will comenzó a quitarme el cabestrillo. Parecía muy serio y enojado hasta cierto punto, cosa que me angustiaba demasiado. No sabía qué debía decirle. Pero no podía quedarme callado mirándolo curarme.

— Lo siento— dije avergonzado.
— No te disculpes— me dijo—. Todo estará bien.
— Pero...
— No te preocupes— me dijo Neil—. Después de esto irás a casa y...
— ¿Qué?— dije sorprendido—, ¿Me iré?
— Lou dijo que lo mejor es que vayas a casa a descansar— dijo Alex—. Y nadie va a contradecirlo, hoy da mucho miedo.
— Estaba dándole un sermón a sus padres— dijo Neil—. Jamás había visto a un hijo hacer eso. Es asombroso... y terrorífico.
— Estoy de acuerdo con él— dijo Will—. Iremos a casa.

Rupturas de PasilloWhere stories live. Discover now