144. El diario de Alex Harper (y su hermano)

40 11 32
                                    

Will me miró fijamente.

— No puedes amarlo— dijo.
— Sí puedo— dije—. Estoy absolutamente seguro de que lo amo. Y él me ama a mí.
— Pero desde lo de Ed, tú...
— Lo sé, creí que jamás podría volverme a enamorar pero... pasó.

Parecía menos enojado.

— ¿Es en serio?— dijo.

Asentí con la cabeza.

— Conoces a Neil— dije—. Es una increíble persona. Como Zac. También es muy profesional y sabe que aunque lo de nosotros es poco común, no es malo. No estamos compensando nada, simplemente nos conocimos y nos dimos cuenta de que somos perfectos juntos... tanto que asusta. Él es mi otra mitad. Te lo juro. Debes creerme. Esto no es sólo algo que a los dos se nos ocurrió y decidimos hacerlo para ver qué pasa. Lo pensamos mucho y fue doloroso porque todo parecía estar en nuestra contra. Cualquier argumento sobre por qué no deberíamos ser pareja ya me lo sé porque también lo pensamos y por un momento nos detuvo. Pero aún así pese a todo eso, decidimos que queríamos estar juntos porque de verdad nos amamos.

Se veía muy pensativo. Decidí continuar.

— Sé que los dos somos hombres y nuestras personalidades y vidas no parecen tener mucho en común— dije—. Sé que la diferencia de edad entre nosotros es bastante. Sé que él es el padre de Zac y yo tu hermanito. Sé que es raro y que podría poner a los demás incómodos pero... me hace feliz. Mi vida ha sido mejor desde que él apareció. Y no estoy con él sólo por eso. No es como si quisiera pagarle porque me ayudara a salir adelante. Estoy a su lado porque me enamoré de cada aspecto de él y sé que me ama igual. Tú sabes lo que es eso.

No decía nada, sólo me miraba. Sentí ganas de llorar.

— Por favor— le dije—. Dime algo.

Se levantó y se sirvió un poco de agua de una jarra que estaba ahí. La bebió. Lo miré sin saber que hacer. Volvió a sentarse. Suspiró. Yo sentía que la inquietud iba a matarme.

— Eres mi hermanito— dijo—. Y siempre lo serás aún si tienes ochenta años. Hemos pasado casi toda nuestra vida juntos. Te he cuidado desde que tuve la facultad para hacerlo porque nuestros padres son terribles. Y no me arrepiento. Jamás lo haré. Me gusta poder decir con orgullo que yo te ayudé a crecer y siempre lo diré aún si nadie más piensa que es algo bueno.

Mis lágrimas comenzaron a juntarse en mis ojos.

— Porque sé que eres una buena persona— dijo y se veía bastante conmovido también—. Alguien amable y muy listo. Sé por todo lo que has pasado y aunque no siempre pude ayudarte porque no sabía cómo, traté de verdad de...
— ¡Lo sé y te lo agradeceré toda mi vida!— le dije al borde de las lágrimas.
— No tienes que agradecerme nada— dijo—. Porque lo hice con gusto. Porque nosotros más que hermanos de nacimiento, somos hermanos por elección. Porque si yo tuviera que elegir a alguien en el mundo para ser mi hermano, te elegiría a ti. Y sé que tú me elegirías a mí. Me lo dijiste la noche que perdimos a Ed.

Mis lágrimas se cayeron en un parpadeo.

— Y sé que a partir de ahí no pude ayudarte tanto como quería— dijo—. Porque soy torpe y no sabía cómo juntar los pedazos de tu corazón para volver a unirlos.
— No era tu responsabilidad hacer eso— dije.
— Pero quería. Porque cuando ves a alguien que amas sufrir, quieres ayudarlo. Tú lo hiciste cada una de las veces que algún idiota me rompió el corazón. Siempre estabas ahí para mí aún si eras muy pequeño como para entender por qué yo sufría. Sólo tenía que verte para sentirme más fuerte. Para creer que no era el fin del mundo. Incluso cuando estabas recuperándote por lo de la caída, fuiste hasta la escuela de Zac para reclamarle el por qué no me había correspondido. Porque así es esto que tenemos. Nos apoyamos entre nosotros. Sobre todo porque por mucho tiempo no tuvimos a nadie. Después de que perdimos al abuelo no nos quedó nada.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora