185. El diario de Alex Harper

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Por un momento todo funcionó. Comimos en silencio aunque el aura de tensión seguía sintiéndose. Pero al menos estaban callados. Hasta que Zac necesitó usar la pimienta. Le pidió a Jill que se la pasara pero el señor Benette estaba más cerca y la puso a su lado.

— Gracias— dijo Zac en tono solemne.
— ¿Pimienta?— le dijo Will.
— Siento que le hace falta— dijo Zac—. En realidad es más que eso. Quizá también necesita sal.

Neil se la pasó. Zac puso un poco en su comida y la probó.

— No, ahora está salado— dijo.
— Quizá sólo debes revolverlo— dijo Neil y comenzó a hacer eso por él.

El señor Benette lo miró atentamente.

— Él puede hacerlo por sí mismo— dijo—. No es un bebé.
— Lo que hagamos no debería importarte— dijo Zac.
— Además sí es mi bebé— dijo Neil.

El señor Benette parecía querer decir algo pero no lo hizo, cosa que hizo que Jill dejara de verse tan angustiada. Siguieron comiendo en silencio. Hasta que Will notó que Zac tenía comida en la mejilla. Tomó una servilleta y lo limpió suavemente, cosa que hizo sonreír a Zac porque cualquier cosa que hiciera Will lo hacía muy feliz, estaban tan enamorados que por un momento se perdieron mirándose. El señor Benette los observaba como si quisiera matarlos. Y eso sí no pudo soportarlo.

— ¿Puedes dejar de hacer eso?— dijo molesto.

Zac y Will lo miraron. Yo me llevé la mano a la frente.

— ¿Qué cosa?— dijo Zac.
— ¡No tú, él!— dijo el señor Benette y señaló a Will.
— Sólo lo ayudaba— dijo Will.
— Son una pareja, querer ayudarse es algo muy natural en todas las relaciones— dijo Neil.
— ¡Tú cállate!— le dijo el señor Benette.
— ¡Deja de callar a la gente!— le dijo Zac muy molesto—, ¡Que seas el alcalde no te da derecho de hacer eso!

Y comenzaron a decirse cosas otra vez. Jill trató de tranquilizarlos pero no tuvo éxito. Will se metió a la discusión para defender a Zac y Neil hizo lo mismo. Así que los miré mientras deseaba poder desaparecer. No dije nada, sólo los dejé decirse cosas. Las demás mesas no parecían notarlo (o quizá simplemente lo ignoraban). No supe qué hacer. Pero no podía dejarlos continuar. Así que suspiré para ver si lograba deshacerme de un poco de estrés (ya hasta me dolía la cabeza) y me levanté. Todos me observaron. Volví a sentarme. Y ahora sí supe qué decir.

— Saben qué, ya me tienen harto— dije muy molesto—, no puedo creer que no sepan comportarse como adultos. Menos tú Jill, tú eres perfecta, pero de todos los demás sí estoy muy decepcionado.
— ¡No es mi culpa, es él!— dijo Zac.
— ¡Sí es tu culpa, cállate y déjame hablar!— le dije molesto.

Me miró sorprendido.

— Pero Alex— dijo Will—, tú viste que él...
— ¡Tú también cállate, eres tan culpable como todos!

Me miró asustado.

— ¡Les pedí una sola cosa y no pudieron hacerla!— dije furioso—, ¡Y ni siquiera era por mí, era por Tom! ¡Son unos egoístas y maleducados! ¡Ojalá Wallace los demande porque se merecen todas esas demandas!
— ¿Hasta yo?— me dijo Neil.
— ¡Sí, también tú!— le dije enojado.
— ¡Ellos se la han pasado provocándome desde que llegaron!— dijo el señor Benette.
— ¡Usted cállese, eso no es cierto y lo sabe!— dije—, ¡Debería darles mucha pena portarse así en público...

Entonces noté que todos me veían asustados.

— ¿Qué?— dije—, ¿Qué pasa?
— Alex, cariño— me dijo Neil, estaba a mi lado—, tu nariz sangra...
— ¿Qué?— dije.

Rupturas de PasilloWhere stories live. Discover now