167. El diario de James

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Me desperté porque la luz empezaba a ser molesta. Me dolía la cabeza y todo yo de hecho. Al principio todo a mi alrededor era borroso pero después tomó forma. No recordaba donde estaba. Mi primer instinto fue buscar mi teléfono y llamarle a Bran o Stefan para preguntar pero entonces recordé todo. Ellos no estaban ahí. Jamás volvería a verlos. Y esa era una habitación de hospital. Me miré a mí mismo. Me habían cambiado de ropa y limpiado. No había sangre. Tenía algo en mi brazo. Casi no podía moverme. Alguien entró. Era la misma doctora de antes. Me sonrió.

— James, buenos días— dijo mientras se acercaba a la ventana y la abría—, ¿Cómo te sientes?
— No siento nada— dije.
— Debe ser por el sedante. Pero el efecto desaparecerá muy pronto. Tus padres y amigos están aquí, ¿Quieres que los deje pasar?
— No. Ya dije que no quiero ver a nadie.
— ¿Estás seguro? Porque están muy preocupados por ti. Quieren verte.
— Si los deja pasar me iré— dije.
— No puedes irte— dijo—. De hecho no deberías poder caminar bien siquiera.
— Una pierna lastimada no puede detenerme— dije—. Así que no deje pasar a nadie.
— Pero tus padres...
— Llame al policía de cabello largo— dije—. Por favor.

Ella salió. Me quedé ahí en silencio un rato. Miré por la ventana. Se veía gran parte de la ciudad. Debía estar en un piso muy alto porque los edificios se veía muy lejanos. Eran hipnóticos. Decidí contarlos. Entonces alguien me habló. Eso interrumpió mi conteo. Miré hacia la puerta. Scott junto al doctor Hayworth y otros policías me observaban. Había una mujer extraña entre ellos que no parecía policía.

— James, la señorita Barker quiere hablar contigo— me dijo Scott.
— Soy Lianne Baker, fiscal general de este distrito— dijo ella.

No me sorprendió para nada su presencia. Ya había previsto que algo así pasaría.

— Quiere arrestarme— dije.
— No exactamente— dijo ella.
— Piensa que soy culpable— dije muy serio.
— Te ves bastante culpable— dijo ella—. Pero el agente Campbell y el jefe de policía dicen que no lo eres así que estoy aquí para escuchar qué tienes que decir en tu defensa.

La observé.

— Soy culpable— dije—. Si quiere encerrarme, hágalo.

Los demás me miraron asombrados.

— No está hablando en serio— dijo el jefe de policía.
— Sí, él es totalmente inocente— dijo Scott, me miró y no parecía feliz—, deja de bromear y tómate esto en serio.

Sonreí.

— Ayer pensé en muchas cosas antes de quedarme dormido— dije—. Y una de ellas es que ustedes no piensan que soy inocente. Así que ya acepté que iré a prisión.
— No, no irás— dijo el doctor Hayworth—. Porque no eres culpable. No están aquí para llevarte, están aquí para escuchar algunas cosas.
— Ya les dije todo lo que sabía— aclaré.
— Hay algunas cosas que queremos saber a detalle— dijo Scott—. Así que sería bueno si cooperaras con nosotros nuevamente.
— ¿Encontraron algo ayer?— dije.
— Es información clasificada— dijo él.
— ¿No les parece que merezco saber eso al menos?— dije.
— Seguimos encontrando cosas— dijo el jefe de policía—. Había mucho relacionado a él. Todavía estamos investigando. Pero encontramos su auto. Cerca del límite fronterizo hoy en la mañana. Al sur del estado.
— ¿Creen que fue al sur?— dije.
— Eso parece.
— Yo no lo creo— dije—. Lo del auto debe ser sólo para despistar.
— También lo consideramos— dijo Scott—. Y encontramos un auto blanco que está a tu nombre enfrente de lo que parecía ser un viejo gimnasio.
— ¿Y revisaron el gimnasio?— dije.
— Tenía un letrero viejo de clausurado— dijo el jefe de policía—, ¿Debíamos revisarlo?
— Era nuestro punto de reunión— dije—. Por eso mi auto estaba ahí.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora