22. El diario de Zac

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Le conté todo a Neil brevemente. Parecía muy sorprendido, como si no terminara de procesar lo ocurrido.

— Dice que debió enfermarse por pasar mucho tiempo en el suelo— dije.
— ¿Qué hacía en el suelo?

No podía contarle.

— No lo sé— dije—. Pero espero que no empeore. Porque no quiere tener que ir al hospital. Lo entiendo, ha estado ahí tanto tiempo que debe ser su lugar menos favorito. Por eso quería que vinieras, para ayudarme a cuidarlo. Le prometí a Will que lo vigilaríamos muy bien. Aunque realmente está solo en este momento. Iré con él.
— Te acompañaré— dijo.

Entramos a mi habitación. Alex seguía dormido. Neil se acercó para verlo. Yo iba a decirle que debíamos no despertarlo cuando él estiró su brazo y tocó su cabeza suavemente. Después apartó unos cabellos de su frente. Miré eso bastante sorprendido porque por un momento me pareció que Neil lució increíblemente triste. Lo miró como si se encontrara herido. Para mí eso fue desconcertante. ¿Qué estaba pasando?

Después se alejó de él lentamente hasta quedar de pie a su lado. Parecía muy pensativo. Jason entró.

— Cuidaré a Alex, ustedes pueden irse— dijo.
— Debo cocinar— dije—. Así que te lo agradezco. Neil podría quedarse contigo.

Pero entonces Neil y Jason intercambiaron miradas. Fueron unos cuantos segundos pero fue como si conversaran.

— Te ayudaré con la cena— me dijo Neil.

Salió del lugar. Lo seguí. Eso definitivamente fue raro. ¿Estaba ocurriendo algo que yo no sabía?

Fuimos a la cocina. Ese día me tocaba hacer la cena en mi departamento así que era bastante conveniente que Alex hubiera escogido quedarse en mi habitación.
Neil me ayudó a picar algunas verduras. No se veía bien. Decidí preguntarle.

— Pareces cansado— le dije.
— Estoy bien— dijo.

Él jamás iba a decirme nada. No quería preocuparme, igual que Alex. Pero guardarse esas cosas no era bueno.

— No puedo obligarte a que me cuentes nada porque debes creer que no soy confiable— dije—. Pero aunque no lo parezca soy bueno guardando secretos. Es más, Alex me confío uno hoy mismo y él no suele contar sus cosas privadas a cualquier persona.

Me giré para verlo. Me observaba sorprendido.

— ¿Él te contó algo?— dijo incrédulo.
— Sí. No me dio detalles pero creo que considera que soy confiable. Tú también podrías contarme lo que fuera. Si algo te preocupa tal vez no pueda ayudarte a solucionarlo pero te escucharé. Y es mejor decir lo que nos angustia a que se quede en nuestro interior atorado, ¿No?

Sonrió tenuemente.

— Sí, es mucho mejor— dijo.
— Entonces dime.

Me miró dudoso.

— ¿Recuerdas aquella persona de la que te conté cuando fuimos a comprar el anillo para Will?— dijo.
— Sí, estabas muy enamorado según recuerdo pero lo arruinaste.
— Después lo arreglé. Pero lo dejamos recientemente.

Eso fue sorprendente. Alex no era el único que sufría por amor.

— ¿Por qué?— dije.
— Porque es imposible.
— Si vuelvo a escuchar de otro amor imposible hoy creo que enloqueceré— dije—, ¿Por qué de repente parece que todos piensan que su amor jamás sucederá?
— Porque quizá así sea.
— O no. No lo saben. Deben intentarlo.
— Tú no entiendes, las circunstancias lo impiden...
— Yo creo que en ese tipo de cosas usualmente la única persona que te detiene eres tú mismo.
— Pues esta vez no es así.
— El día que fuimos de compras te negabas a aceptar que estabas enamorado y eso que todo lo que dijiste fue simplemente hermoso...
— Pero ese no es el problema, yo ya acepté lo que sentía.
— ¿Y se lo dijiste?— dije emocionado.
— Lo hice.
— ¿Y?— dije aún más emocionado.
— Lo dejamos porque aunque nuestros sentimientos son iguales hay muchas cosas a nuestro alrededor que hacen que no pueda pasar.

Rupturas de PasilloWhere stories live. Discover now