174. El diario de James

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Me desperté y me sentía tan mal que mi primer instinto fue vomitar. Así que lo hice. Alguien llegó para limpiar. La doctora Hermes apareció.

— Perdón— dije.
— Tranquilo, está bien— dijo.
— No está bien, ahí va la tarta que hizo Zac— dije triste.
— Una parte de ella— dijo—. No toda. Y no deberías preocuparte por eso. Cuando salgas de aquí podrás disfrutar de muchas otras deliciosas tartas. Irás a muchos lugares con tus amigos también. Podrían ir al cine...

Siguió hablando de eso pero yo me concentré en la palabra “cine”. Recordé cuando fui ahí con Paul. También vino a mi mente cuando me contó que tenía una lista de cosas que quería hacer. Y me sentí terrible. Él ya no podría hacer nada de eso. Murió. Y era mi culpa. No pude salvarlo. Sentí más ganas de vomitar. Pero no lo hice. En cambio entré en lo más profundo de mis pensamientos, como si todo a mi alrededor se detuviera y nada importara más que todas esas imágenes en mi cabeza recordándome lo que perdí. Estuve así por mucho tiempo hasta que la voz de Alex resonó en mi mente y regresé a la realidad. No me di cuenta en qué momento llegó. Pero hablaba con la doctora sobre alguien. Cuando ella se fue, le pregunté. Entonces me contó que cuando era más joven amó a un chico llamado Ed que tenía cáncer. Inevitablemente lo perdió. Pero no parecía triste. No lo entendía porque era extraño. ¿Cómo puedes seguir adelante después de perder a alguien? Porque a mí me parecía imposible.

Sin embargo Alex hasta iba a casarse con alguien más. Cuestioné sus sentimientos en mi mente y lo entendí. No era que no le doliera su pérdida, simplemente aprendió a vivir con eso. Definitivamente le dolió, intentó morir dos veces, podía imaginarme la cantidad de dolor que debió soportar. Jamás me pregunté el por qué Alex era de ese modo. Antes cuando él tenía sexo con desconocidos yo simplemente pensaba en que estaba mal y no me preguntaba por qué lo hacía. Quizá aún cuando estábamos juntos y lo besaba, nunca confió en mí de verdad como para contarme cosas como esa. Lo poco que sabía era lo que Evan me contó y al parecer a él no le contó nada tampoco. Me sentí mal. Pero Alex se veía muy bien. Dijo que encontró una manera de seguir y que yo la encontraría también, pero... no parecía posible. Me dolía demasiado el pecho.

Me abrazó y me sentí a salvo. Por un momento porque después esa voz en mi cabeza que solía gritarme cosas, dijo el nombre de Paul. Entonces sentí que jamás iba a poder superar nada. Miré a Alex buscando consuelo. Él se veía bien. Feliz aunque también preocupado. Debía ser por mí.

— Creo que deberías comer algo— dijo.
— No tengo ganas de eso— dije—. O de nada. Yo sólo... quiero dormir.
— De acuerdo— dijo—. Te dejaré dormir en paz.
— ¿Te irás?
— ¿No quieres que lo haga?— dijo.
— No sé si quiero estar solo— dije.
— Nunca podrías estar solo, sobre todo porque hay dos policías en la puerta.
— Pero ellos quieren meterme a prisión— dije—. No les intereso. Me lo merezco pero...
— No te lo mereces. No lo pienses, no es verdad.
— Sí es— dije—. Definitivamente debí ir a prisión. De no ser por el abogado, yo...
— Jimi, no te hace ningún bien pensar en cosas así ahora— dijo preocupado—. Mejor intenta dormir. Me quedaré aquí.

Tomó una silla y la acercó a la cama. Me sentí un poco más tranquilo. Así que me acomodé y cerré los ojos. Intenté no pensar en nada. Entonces me desperté en el gimnasio. Estaba sobre el sofa. Todo a mi alrededor se encontraba oscuro pero era visible gracias a la luz que se filtraba por algunas grietas del edificio. Me levanté. Clint entró y se dirigió al congelador. Lo abrió y bebió algo, eso que él siempre tomaba. Después se acercó y se sentó a mi lado. Yo no lo entendía. ¿Qué pasaba? ¿No debía estar él muy lejos de ahí huyendo de la policía?

— ¿Qué haces aquí?— le dije.
— Descanso— dijo—. Antes de irme. Hay una reunión en media hora.
— ¿Reunión?— dije muy confundido.
— Irás conmigo— dijo.
— Esto... ¿Es un sueño?— dije.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora