146. El diario de Alex Harper (y su valentía)

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Pasé los siguientes días yendo a la escuela desde la casa de mis padres. Eran casi cinco horas de viaje, me tenía que despertar muy temprano para regresarme muy tarde porque me quedaba a mis clases de ballet después de la escuela. Cosa que no estaba tan mal porque me distraía mucho y evitaba que pensara en lo que había pasado. Cuando llegaba a la casa, no debía pasar mucho tiempo solo porque mamá y papá llegaban. Aunque estaba empezando a cansarme de viajar tanto.

— Come tus vegetales— me dijo mamá una noche mientras cenábamos.
— Pero los odio— dije.
— Aún así te los comerás— dijo ella.
— Estúpidos vegetales— me quejé.
— En esta casa no decimos malas palabras— dijo papá.
— Sí, ustedes pueden insultar perfectamente a alguien sin tener que usarlas— dije.
— Deberías aprender a hacer eso— me dijo papá—. Para la próxima vez que te encuentres con William.
— Ya les dije que no estoy enojado con Will— dije.
— Pero no quieres verlo— dijo ella.
— Porque no sé qué decirle— dije—. Cuando lo sepa, lo buscaré.
— Hasta entonces deberás comerte tus vegetales— me dijo mamá.
— Bien— dije—. Pero no me gustarán.
— Sólo hazlo. Mañana es sábado, podrás descansar de la escuela al fin— dijo papá—. Así que aprovecha tu tiempo para limpiar tu habitación.
— De acuerdo— dije.

Eso fue lo que me dediqué a hacer al día siguiente. Sin embargo terminé rápidamente. Mi habitación era muy pequeña. Y no podía limpiar el resto de la casa porque mis padres contrataron a una mujer que hacía eso. Como tenía mucho tiempo libre, decidí ir a la clínica. No pude evitar pensar en Neil cuando vi el letrero que indicaba en qué piso estaba el departamento de psiquiatría. Como no quería ponerme triste decidí no pensar en eso. Fui a buscar a mamá. Su recepcionista me dejó pasar a su oficina. Entré. Ella estaba ocupada hablando por teléfono. Me senté en una silla que estaba ahí. Terminó de hablar y tomó su bolso.

— Alexander, voy a salir un momento— dijo ella—, si vas a quedarte aquí no toques nada.

Se fue. Fui a su silla detrás del escritorio. Me senté y comencé a girar porque era una silla rotatoria. Me detuve porque me sentí mareado. Comenzó a sonar el teléfono de mamá. Me pareció extraño que lo olvidara, aunque imaginé que fue porque tenía prisa. Decidí contestar. Era un sujeto de una farmacéutica. Le dije que ella le regresaría la llamada. Imaginé que como secretario sería bueno. Volvió a sonar. Contesté nuevamente.

— ¿Alex?— dijo Will.

Entré en pánico. Me lo merecía por no fijarme en quién llamaba. Imaginé que de todas las personas del mundo, Will sería el que menos la llamaría. Pero pasó. Mi primer instinto fue terminar la llamada. Pero parecía tarde, él ya había escuchado mi voz.

— ¿Por qué tienes el teléfono de mamá?— dijo.
— Estoy con ella— dije—, es decir, no está aquí porque salió pero me quedé en su oficina. ¿Quieres que le pase un mensaje? Podría decirle cuando llegue que te regrese la llamada. Creo que soy bueno como secretario.
— ¿Has estado con ellos desde entonces? ¿Por eso no estás en casa? Fui a buscarte pero...
— Me encuentro muy bien— dije—. Perfectamente. Tengo que hacer algo porque estoy muy ocupado pero... te llamaré luego.
— Alex, habla conmigo— dijo—. No puedes simplemente irte y no decir nada.
— Necesito tiempo— dije—. Pero hablaré contigo después. Nos vemos.

Terminé la llamada. Él volvió a llamar pero no contesté. Siguió haciéndolo. Cuando mamá llegó, su teléfono estaba sonando. Se acercó para tomarlo.

— No te molestes, es Will— le dije.
— ¿Y por qué no le has contestado?— me dijo.
— Ya lo hice. Le dije que no quería hablar pero sigue insistiendo.
— Esta vez le diré yo— dijo ella.

Simplemente tomó el teléfono y sin decir algo previamente, soltó un “William, tu hermano no tiene deseos de hablar contigo”. Después terminó la llamada y regresó tranquilamente a su silla rotatoria.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora