52. El diario de Zac

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Ya en su oficina, el profesor me preguntó a que me refería. Le dije brevemente.

— Will no me ha dicho nada— dijo—. Quizá sólo está dándote tu espacio.
— Pues no me gusta— dije.
— Deberías decirle. Tal vez no sabe que está actuando raro.
— O tal vez descubrió que odia tener que vivir con la incertidumbre de cuándo yo causaré otro problema con el que deba lidiar y ha decidido alejarse paulatinamente porque vivir así es muy difícil...
— Will no haría algo así— dijo él muy seguro.
— Pero existe la posibilidad de que se canse algún día. Entiendo que estar conmigo es complicado... ojalá no fuera así.
— Te preocupas demasiado. Apuesto a que si existe algo que le molesta a Will no tiene que ver contigo. Su trabajo es difícil. Hay muchas cosas que pueden preocuparlo ahí.
— ¿Debería visitarlo? Aunque no sé si le gustaría...
— Le encantaría verte— dijo.
— ¿Pero y si interrumpo algo importante? Porque ahora que lo veo muchas veces fui y nunca me detuve a pensar si estaba entrometiéndome mucho... no era para nada considerado.

Jason tenía razón, me había vuelto muy empático con los sentimientos de los demás.

— No creo que molestes a nadie— dijo—. Te llevaré si quieres. Tengo tiempo libre.
— Te lo agradecería mucho— dije feliz.

Fuimos a buscar su auto. Curiosamente nos encontramos a Ben adentro.

— ¿Qué haces aquí?— le preguntó el profesor.
— Estudiaba— dijo Ben feliz.
— ¿No sería mejor que estudiaras en la biblioteca?— dije.
— No, es muy silencioso ahí— dijo Ben.
— ¿Y silencio no es lo que necesitas?— dije.
— No, yo aprendo repitiendo algunas cosas— dijo él feliz—. De preferencia en voz alta. No siempre pero hoy sí. ¿A dónde van ustedes?
— Llevaré a Zac al hospital— dijo el profesor.
— ¡Oh por dios, Zac está mal de nuevo! ¡No te preocupes Zac, resiste!— dijo Ben asustado.
— Estoy bien— dije—. Sólo quiero visitar a Will.
— Qué lindo entonces— dijo Ben de mejor humor—. Le gustará verte.
— ¿Tú crees?— dije inseguro.
— Por supuesto que sí— dijo Ben—. Es Will. Te adora.

Fuimos. En el camino Ben me contó lo que estudiaba. Él definitivamente era un genio. Sólo debía estudiar un poco para aprenderse todo. Me contó que estaba en un programa especial muy avanzado. Según él, probablemente se graduaría antes.

— Tú deberías tratar lo mismo— me dijo—. Apuesto a que en tu universidad también existen programas así.
— No lo había pensado. Realmente no sé si estoy listo— dije.
— Lo estás— me dijo el profesor—. Papá quería proponerte eso pero no sabía si era algo que tú querías. Además con lo de tu accidente, piensa que tu prioridad debe ser recuperarte.
— Me estoy recuperando bien— dije—. Ya casi no me pican las férulas. Aún las odio mucho pero ya no son tan molestas.
— ¿Y no te duele?— me dijo Ben—, ¿Qué pasa si lo toco?
— No lo hagas— le dijo el profesor.
— Tu advertencia no me detendrá— le dijo Ben.

Tocó mis dedos. Sólo la puntita sobresalía de las férulas.

— ¿Sientes algo?— me preguntó.
— Nada— dije.
— ¿Y ahora?— dijo y aplastó un poco mi muñeca con sus dedos. Grité un poco, sí fue doloroso—, ¡Perdón, no creí que te dolería!
— No, estoy bien— dije.
— Te dije que no lo hicieras— le dijo el profesor molesto.
— Ya sabes como soy, tengo que tocar las cosas— dijo Ben—. Por eso me han expulsado de muchos museos.
— Y te he dicho mil veces que dejes de hacerlo— le dijo el profesor.
— Y yo te he dicho mil veces que soy naturalmente curioso— le dijo Ben.
— Eso no es un pretexto— dijo el profesor—. Discúlpate con Zac.
— Planeaba hacerlo de todas formas, no necesitabas decírmelo— le dijo Ben.
— ¿Por qué pareces molesto?— le dijo el profesor—, la víctima aquí es Zac.
— Nunca dije que no lo fuera— dijo Ben—, no es necesario que te pongas de tan mal humor.
— No estoy de mal humor— dijo el profesor.
— Dícelo a tu cara, da miedo— dijo Ben.
— No es cierto— dijo él.

Rupturas de PasilloWhere stories live. Discover now