70. El diario de James (la vida de Bran)

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Me gustaba la sensación de estar intoxicado. Era como estar ahí pero al mismo tiempo no. Como si mi cerebro flotara. Bran me había dado algo nuevo. Se me olvidó el nombre pero era más potente. Así que trataba de estar la mayor parte del tiempo así, flotando en esa suave sensación. Bran estaba conmigo así que podía cuidarme. Nunca le pregunté de dónde obtenía su polvito mágico. Imaginé que en ese mundo en donde él y yo estábamos no era difícil de conseguir. Quizá era como el sexo: podrías tener todo lo que quisieras siempre y cuando pudieras pagar por él. Eso me hizo recordar a Shelby así que una tarde fuimos al club. Antes de eso pasamos por una tienda lujosa a comprar algo. Era un regalo para ella.

— Debes estar bromeando— me dijo mientras miraba mi regalo, estábamos en una mesa en el club—, no puedo aceptar algo así.
— ¿No te gusta? Porque realmente sólo me dejé llevar por la publicidad que había en la tienda. No sabía cuál bolso podría ser un buen regalo así que está bien si no te gusta...
— ¿Bromeas? Lo amo. Cualquiera amaría esto. Pero no puedo aceptar algo así de costoso.
— Adentro está el ticket de compra por si quieres devolverlo.
— Jamás devolvería algo así. Me lo quedaré. Siempre quise uno de estos.
— Entonces disfrútalo.
— Las demás chicas van a preguntarme con quién me acosté para poder tener algo así— dijo feliz mientras inspeccionaba el bolso negro de cadena dorada que le regalé.
— Diles que estuve usando tus servicios. No es una mentira.
— Sigue siendo demasiado. No valgo tanto. Además ya no tengo nada qué enseñarte.
— He logrado muchas cosas gracias a ti— dije—. Tú y tus consejos me han llevado lejos.
— ¿Y cómo vas con eso? Por aquí se sabe que si alguien te toca, se muere. Pero nadie entiende realmente por qué. Principalmente porque te consideran una buena persona. Eso es raro, Clint no se relaciona con buenas personas. No desde que su hermano aún vivía.

Eso era muy interesante.

— ¿Lo conocías?— dije.
— ¿A Charly? Sí, solía venir aquí con Clint algunas veces. No siempre porque no vivían en la ciudad. Pero como este lugar le pertenecía a un amigo de ellos, lo visitaban. Los recuerdo porque es imposible olvidar a alguien como Clint. Odio admitirlo pero es un sujeto atractivo. Además su hermano era amable. No siempre porque tenía un carácter parecido al de su hermano.
— ¿Y cómo era su relación?
— Buena. Parecían cercanos. Como Charly era menor, Clint lo protegía aunque no demasiado. Ese chico sabía defenderse. Ambos debían pasar mucho tiempo ejercitándose porque una vez tuvieron un altercado con alguien aquí y se defendieron sin problema.

Clint lo hacía según Jack. Se ejercitaba en cada espacio libre que tenía, le ayudaba con el estrés.

— Es una lástima que ese niño haya muerto— agregó ella.
— ¿Sabes cómo murió?
— No, nadie sabe nada. Llevo mucho tiempo aquí pero aún así hay cosas que ningún cliente responde sin importar cuánto se le insista.

Para ese entonces yo tenía una teoría que jamás había logrado comprobar porque pensaba que nadie podría decirme qué pasó. Aún así quería investigar.

— ¿Alguna vez Charly tuvo sexo con alguien aquí?— dije—, contigo o con alguna otra chica.
— Conmigo no— dijo ella—. Pero hablaba mucho con Teresa.
— ¿Dónde está ella?
— Allá, con ese sujeto alto.

Miré. Estaba en una mesa al fondo del lugar sentada en las piernas de un hombre.

— Dile que venga— dije.
— No creo que quiera venir, ha tenido unos días malos y le urge retener clientes. Por suerte los nuevos empleados de Clint se reúnen aquí también al igual que los viejos. El personal nuevo es una oportunidad de trabajo buena. Aunque ellos prefieren a las más jóvenes. No es fácil para alguien como Teresa competir contra chicas como ellas.

Me señaló a una chica muy joven que estaba al lado de otra mientras parecía perdida. Era bonita pero definitivamente parecía novata.

— ¿Cuántos años tiene?— pregunté.
— ¿Ella o Teresa?
— Ambas.
— Teresa tiene 35. Alba tiene 17. Se integró hace unos días.
— Qué deprimente— dije—. Aunque no sé por qué siento lástima por ella, yo hago lo mismo.
— Pero en muy diferentes niveles.
— No puedo quejarme— dije—. Podría estar peor. Estar con Clint es soportable.
— Aún así luces bastante desorientado casi siempre.
— ¿Te diste cuenta de eso?
— Llevo en esto desde hace mucho. Sé cosas. Puedo reconocer la mirada de los que tratan de engañar al destino. Y tú quieres olvidar desesperadamente.
— No olvidar totalmente— dije—. Sólo por momentos. Quizá parece que vivo muy bien porque puedo tener todo lo que deseo pero hay veces donde necesito un respiro...
— Sé que no vives bien. La herida de tu frente todavía no cicatriza del todo. Aún no me dices qué te pasó.
— Es el precio del poder— dije.
— Pero sin importar qué tanto tengas, no lo vale, ¿Cierto?
— No me quejo. Físicamente no me importa lo que pase conmigo, es sólo el cómo me hace sentir todo esto... por eso preferiría olvidarlo aunque sea temporalmente.
— Te entiendo. Así estamos todas.
— Ustedes también necesitan un respiro.
— No tenemos tanto dinero como tú para comprar lo que te estás metiendo. Pero te envidio. No es la única cosa que entra en ti que me gustaría tener.
— ¿Tan bueno era Clint?— dije entre risas.
— Por favor, sabes que sí. Me imagino que si lo era así nada más, debe ser mil veces mejor contigo porque está enamorado.
— No exactamente. En primer lugar porque me da cierta repulsión últimamente. Sinceramente no puedo disfrutar totalmente de lo que hace desde que me golpeó. Le tengo mucho rencor. Y miedo. Lo intento porque sé que eso hará las cosas más fáciles pero no lo logro... además él no ayuda mucho. Parece que hacerme sufrir le gusta.
— Quizá lo hace sentir muy superior. A los hombres les gusta eso.
— Aún así me gustaría tener el control de lo que pasa al menos una vez.
— Entonces inténtalo con alguien más. Para ti no será difícil encontrar con quién. Apuesto a que la mitad de los hombres de este lugar deben desearte en secreto.
— Exageras.
— James, jamás dudes de la frágil heterosexualidad de la gente.
— Prefiero dudarlo antes de tener certeza de cuántas personas quieren poseerme. Aún estoy trabajando con la idea de que le gusto a mucha gente.
— Es parte del oficio— dijo ella—. Tener la habilidad de gustarle a cualquiera es fundamental.
— Más que habilidad es una maldición. Así que mejor ve por Teresa. No quiero seguir pensando en esas cosas.
— Si te asustan es porque necesitas estar más cómodo con la idea de hacerlo con hombres. Búscate un amante. Por ejemplo... espero no hablar de más pero sabes que soy muy observadora... y he notado que el chico pelirrojo te mira como si pudiera besarte con los ojos.
— ¿Stefan?
— ¿Ese es su nombre? Es que como parece que nadie le interesa además de ti, no lo conocemos. Ojalá fuera más como Bran.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora