69. El diario de Alex (y un pequeño dolor)

42 14 25
                                    

Neil se quedó en mi casa hasta el día siguiente. Me gustaría decir que pasamos bellos momentos juntos compartiendo recuerdos... pero no, tuvimos sexo. Mucho. Como si no nos cansáramos de nosotros mismos. Es más, tener que separarnos para que yo fuera a mis lecciones de ballet fue brutal. La ansiedad me estaba matando. Sólo quería terminar y correr para verlo.
Cuando al fin fui libre, salí del edificio, bajé las escaleras, él estaba donde su auto así que me arrojé a sus brazos nada más lo vi. Subimos, cerramos y nos besamos un poco. Después fuimos a mi casa. Fue inevitable detener lo que los dos deseábamos. Así que estuvimos juntos toda la tarde haciéndolo hasta que anocheció.

Mientras me encontraba totalmente agotado en mi cama completamente desnudo al igual que Neil, se me ocurrió preguntale si no le parecía raro todo eso.

— Lo he estado pensando mucho— dijo—. Pero no sé por qué somos tan diferentes a otras parejas...
— Sí, las demás parejas no deben tener tantas ganas de hacerlo... pero está bien, ¿No?
— Alex, todo lo que hacemos cuando estamos solos es tener sexo.
— Pero eso es bueno. Significa que nos deseamos mucho.
— Pero no hemos tenido ninguna cita desde que empezamos a salir porque todo en lo que piensa mi cerebro es en cómo te ves desnudo.
— No lo culpo, me veo muy bien— dije—. Además cuando fuimos a la presentación del libro del profesor contó como cita, ¿No?
— No, para nada. Principalmente porque fue un día desastroso.
— Dejando de lado cuando Zac fue atacado por muchos libros, no estuvo tan mal.
— Pero no quiero que nuestra primera cita sea memorable porque un libro golpeó a mi hijo.
— Tienes razón, fue terrible. Pero si lo piensas bien, nosotros ya teníamos citas antes incluso de saber que nos gustábamos. Tú me llevabas a lugares y me divertía mucho. Eso debe contar.
— También me divertía— dijo—. Hay que hacerlo de nuevo.
— Me encantaría pero no puedo visitarte tanto como deseo. Pero tú podrías quedarte.
— Podría quedarme más tiempo pero sería difícil de explicar. Simplemente para poder quedarme aquí le tuve que mentir a Zac.
— ¿Qué le dijiste?
— Que visitaría a un amigo.
— ¿Y te creyó?
— Sí, confía en mí— dijo—. Me siento mal por eso. Además quiero poder estar cerca por si me necesita.
— Pero él se ve muy feliz últimamente, está muy bien. Excepto por su brazo y lo del libro, pero no parecen importarle mucho sus heridas. Es más resistente de lo que parece.
— De todas formas debo estar con él.
— Concuerdo. Es muy feliz cuando está contigo... igual que yo. Pero tengo una idea. Hay que crear algún horario para vernos. Yo podría ir los fines de semana a tu casa con el pretexto de visitar a Will. Y tú podrías venir entre semana diciendo que te quedarás con un amigo.
— Parece una buena idea.
— Ahora necesito tomar un baño... ¿Quieres venir conmigo?
— Presiento que si acepto bañarme será lo último que haga.
— Entonces sabes que te conviene— dije feliz.

Porque eso sí pasó. Fue increíble pero sentí un pequeño dolor en mi pecho en algún momento.
De hecho en todas esas veces mientras tuvimos sexo y cuando yo practicaba ballet, volví a sentir ese dolor raro. Era algo interno por arriba de mi tórax. No me preocupaba al principio, pensé que se quitaría solo pero en el transcurso del resto de la semana regresó y decidí que lo mejor era revisarme. Aproveché el fin de semana para visitar a mis padres. Imaginé que después de ahí podría ir directamente al departamento de Will y podría ver a Neil.

La clínica de mis padres (que tal vez comenzó como eso pero en ese momento era un hospital enorme) se volvía cada vez más grande. Le estaban construyendo otro edificio anexo. Además en la ciudad donde yo vivía ya había una sucursal asociada. A ese paso, papá y mamá terminarían conquistando al mundo. Si es que Zac no los detenía antes. Por esos días yo estaba muy convencido de que esa era una carrera contra el tiempo por ver quién se hacía primero del poder: mis padres con sus franquicias de hospitales o Zac como dictador del país. En mi opinión ambas cosas parecían potencialmente posibles.
Llegué a la recepción. La chica ahí sólo tuvo que verme para tomar el teléfono, marcar y decir “Doctora Harper, su hijo está aquí”.
Luego me indicó que podía pasar. No fui por el ascensor pero sí por las escaleras. Había mucha gente trabajando en ese lugar. Todos los pasillos se encontraban repletos de personas. Llegué al último piso. Era un edificio muy grande. Corrí hasta la oficina de mamá. Su secretaria me indicó que podía pasar. Lo hice. Mamá adentro estaba hablando por teléfono. La observé fijamente. Mi mamá era muy bonita. Nunca se lo dije pero siempre lo pensé. No era del tipo de belleza de las participantes de certámenes de belleza, pero si tenía una muy particular. Había algo que hacía que no pudieras dejar de mirarla. Probablemente porque era alta, de silueta estilizada porque de joven patinaba sobre hielo, de largos cabellos castaños claro y esa aura sofisticada que siempre la acompañaba, como si fuera alguien muy importante. Caminaba haciendo ruido con sus zapatos altos mientras parecía que flotaba. Terminó su llamada. Suspiró. Me observó. Luego se sentó detrás de su escritorio.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora