128. El diario de James

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Jamás me sentí una persona atractiva. Quizá por eso solía dejarme un largo flequillo sobre mi frente antes para tratar de ocultar mi cara lo más que se pudiera. Probablemente porque nunca me sentí cómodo a mi alrededor. Sabía perfectamente que no era como los demás. Al menos un aspecto de mí no. Y aún si parecía insignificante, me importaba. Era gay y no estaba bien. Todo el mundo lo decía. Quizá no mis padres porque siempre trataron de hacerme sentir seguro pero no funcionaba bien si todo el planeta se encargaba de hacerme ver que era algo malo. Y todas esas películas y programas de televisión no hacían las cosas más fáciles. Ser yo mismo estaba mal. Deseé muchas veces poder cambiar lo que era. Ser más normal. Pero ese era el problema: una parte de mí no se sentía equivocada y amaba esa singularidad. Quizá era diferente pero... no lastimaba a nadie, ¿Por qué iba a estar mal? La tía Beatriz una vez se encargó de explicarme eso cuando fue de visita a mi casa. Ella era hermana de mamá. Aprovechó la primer oportunidad que tuvo para decirme que sí lastimaba a alguien: a dios.
A esa entidad omnipotente la lastimaba un aspecto de mi vida que ni siquiera había reflejado a mi exterior.

Así que a pesar del temor de herir a dios y a los demás, dije en mi primer día de instituto en una presentación que un profesor bastante idiota nos pidió hacer, que yo era gay. Pensé que sería liberador. Pero fue agobiante. Y me sentí aún más inseguro. De mi aspecto y de todo. Pero luego apareció Evan. Él, la persona más bella del mundo, dijo que yo le parecía lindo. Y por primera vez alguien lo creyó. Y yo también. No era una mentira, Evan logró ver por debajo de mi flequillo y se dio cuenta de mi cara bonita. Quizá únicamente por eso se acercó a mí. Por mi cara. Tenía sentido, no me conocía en lo absoluto, ¿Por qué otra cosa sería? No lo culpaba. Esa cara que le atrajo era la misma que hizo que Clint me pidiera matrimonio. Él, alguien tan poderoso. Y bello. Clint tenía un hermoso rostro varonil. Era el hombre perfecto. Físicamente al menos. Porque en lo demás era un total desastre. Sin embargo sin él yo jamás habría descubierto que mi cara era muy bonita. No tenía una imagen buena de mí mismo y era natural. Tenía a Evan a mi lado, cuando nos veían lo miraban a él. Llamaba la atención. Solía pensar que era por su belleza. Pero más que eso, era por su seguridad. Esa con la que hablaba, caminaba, sonreía y hacía todo. Tenía tanta confianza en sí mismo que así lo veía la gente, igual a como se sentía. Y luego estaba yo, tan inseguro de todo, tan temeroso, tan indeciso, tan indefenso, tan débil, tan ingenuo, tan idiota...

No me arrepentía en ningún momento de haberme desecho de Jimi.
Por esos días de marzo solía mirarme mucho en el espejo. Sobre todo para ver si mis mascarillas no se movían. Porque mi piel debía mantenerse perfecta. Sin embargo por la pésima dieta que tenía y por las drogas, tenía unas ojeras terribles que tenía que cubrir con maquillaje. Gigi me ayudaba con eso. El resultado era tan bueno que me encantaba. Así que me miraba y pensaba en lo hermoso que era. Pero sobre todo, en lo que podría hacer con mi carita bonita. Y que todos me recordaran que era muy bello reforzaba mi seguridad. No necesitaba precisamente la aprobación de otros pero... me gustaba. Ser deseado y adorado me encantaba. Sobre todo porque no podrían tenerme. Así que por eso me encantaba cuando sin importar dónde estuviéramos, Darren aparecía de la nada para saludarme. Lo hizo desde esa vez que fue a la fábrica. Siempre aparecía. Rocky le hablaba animadamente. Los demás también pero sabíamos la verdadera razón por la que iba: yo le gustaba. Y como lo sabía perfectamente, trataba de ser muy lindo con él. Valió la pena porque una vez en uno de mis experimentos, nos desviamos un poco con el auto y él no le dijo a Clint. Simplemente se acercó. Le inventamos que fuimos por helado. Se unió a nosotros. Entre conversaciones entendí que su prioridad no era informar nada, era poder verme.

Me encantaba. Que me amara me gustaba. Así que en ese momento aproveché para pasar mi mano lentamente por encima de la suya. Le dije que tenía una manchita de algo. Fue algo muy sútil pero se puso nervioso. Fingí inocencia total. Y días después seguí disfrutando de su atención. De sus ganas de que yo le agradara mientras me sentía increíblemente complacido. Me daban ganas de decirle a mi tía que ahora sí estaba lastimando a dios. Y que amaba herirlo. Era mi propia manera de vengarme de él y de la vida. Porque jamás hizo nada por mí. Dios no estuvo para mí aún cuando yo era un buen niño. Quizá nunca estuvo de mi parte por ser gay. La tía decía que dios no amaba a los gays. Tal vez por eso cuando Clint me encerró en esa habitación en la mansión y yo rogué porque me ayudara, él no lo hizo. Dios me odiaba. Así que yo no tenía ninguna razón para amarlo.
Me iría al infierno. Aunque parecía que ya estaba en él. Si mi destino era arder en llamas, entonces lo aceptaría. Pero disfrutaría de todo eso. No moriría siendo miserable. Viviría. Así que eso hice por esos días. Como Clint estaba ocupado y confiaba en que Darren le avisaría sobre cualquier cosa rara que yo hiciera, me daba libertad para hacer lo que quisiera siempre y cuando Stefan estuviera conmigo.

Rupturas de PasilloWhere stories live. Discover now