47. El diario de James

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Pasé los siguientes días sin ir a la fuente. Me dirigía directamente a la cafetería. Los rumores comenzaron entonces: era oficial que Gigi y yo estábamos saliendo. Existían personas que lo aseguraban como si me hubieran preguntado. Y otras más que decían que todavía no había nada pero que era cuestión de tiempo. Gigi no lo desmentía y a mí me iba de maravilla. Planeaba usar esos rumores para vengarme. Jamás imaginé poder darles ese uso. Pero estaba bien, ¿No? Si los rumores trataron de destruirme muchas veces, parecía justo que yo los usara para lo mismo.

Mi objetivo era que llegaran a Clint. Lo conocía tan bien que sabía que él solamente reaccionaba violentamente cuando estaba seguro de algo. Porque odiaba equivocarse. Es decir, Gigi y yo no seríamos una pareja pero los rumores dirían que sí... ¿A quién decidiría creerle? Lo único que me preocupaba en ese aspecto era que pudiera hacerle algo a ella pero no parecía ser su estilo herir a niñas tontas. Porque Gigi sin duda estaba siendo muy estúpida en ese momento.

— Me pregunto si alguna vez en mi vida fui tan tonto como ella— le dije a Stefan mientras estábamos en el salón de clases—. Aunque espero no haber llegado a ese extremo. Porque definitivamente debe ser la persona más estúpida del universo si piensa que voy a salir con ella.
— ¿Y eso te parece divertido?— dijo con su misma cara de indiferencia de siempre.
— Un poco.
— Es sólo una niña enamorada. No sé por qué te divierte hacerle algo así. Sólo terminará herida.
— Eso no pasará, trataré de no ilusionarla mucho— dije—. Además si conocieras a Gigi entenderías que sí se merece que le hagan algo así. Es una niña mimada superficial cuya única característica buena es su cara. Es todo.
— Es una adolescente— dijo—. Todas son así.
— Laura no— dije.
— Pero presiento que desearás que sea estúpida porque aquí viene— dijo.

Se asomó por la puerta. Salí. La observé. No parecía feliz.

— Holi— le dije feliz.
— James, ¿Qué está pasando ahora?— dijo cansada.
— No sé de qué hablas.
— Claro que sí. No soy tonta.

Eso lo sabía perfectamente.

— Lo sé— dije—. Te animaré en la última etapa de la olimpiada de matemáticas. No iré pero tendrás todo mi apoyo moral.
— Eso no me importa, quiero saber por qué de repente todo el mundo habla de ti.
— Porque soy bellísimo— dije—. También muy interesante.
— Estoy hablando en serio.
— Sinceramente no sé qué es lo que dicen de mí. ¿Es algo malo?
— Me parece imposible que no lo sepas.
— Me he pasado estos días bastante aislado. Sólo voy a la cafetería y regreso aquí. Con Stefan. Es la única persona con la que hablo.
— ¿Y qué hay de Gigi?
— ¿Qué pasa con ella?
— Dicen que están saliendo.
— ¿Eso dicen? Qué locura. Pero no me importa. ¿Es todo lo que querías decirme? Porque si es así entonces me iré a acariciar el cabello de Stefan...
— ¿Acariciar? ¿Qué es, tu gato?
— Siempre quise un gato— dije—. Pero qué bueno que jamás lo tuve porque dicen que no obedecen para nada. Son bonitos pero problemáticos. En cambio Stefan hace todo lo que le digo siempre... y su cabello es bonito...
— Me cuesta creer eso— dijo cansada—. Pero no vine aquí para hablar de Stefan, tú eres el que me preocupa.
— A mí sí me gusta hablar de Stefan. Parece que es lo único que tengo en la vida... pero adelante, dime qué te angustia.
— Si me dejas, puedo limpiar tu imagen aclarando los rumores. Creo que podría...
— No gracias— la interrumpí—. Si quisiera que pensaran algo en concreto sobre mí, simplemente lo pediría. Porque todos aquí harían cualquier cosa que les pidiera.
— Entonces hazlo.
— Estoy bien así. Y tú deberías concentrarte en la olimpiada y no en mí. Me encuentro de maravilla. Mis heridas ya casi sanan.
— Se siguen viendo mal.
— Lo sé. Pero volveré a ser bellísimo pronto.

Me miró atentamente.

— Creo que es la primera vez que te escucho hablar así de ti mismo— dijo ella.
— Deberías intentarlo tú también. Decir qué tan poderoso o bello eres ayuda más de lo que crees... porque no es una mentira. Al menos no en mí. Tardé mucho en darme cuenta.
— Suenas muy engreído.
— ¿Por qué ser así es algo malo? ¿Quién lo decidió? Como sea, debo irme. Hay algo que debo hacer.
— Aún no he terminado de hablar contigo.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora