97. El diario de James (en la terraza)

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Esa mañana tomé un baño en aquella bañera rosa. Después busqué ropa y me la puse. La última camiseta que me quedaba no ocultaba para nada las marcas de mi cuerpo. Pero no me importaba. Sequé mi cabello. Me miré en un espejo. Mi cara tenía la marca de sus dedos en mi mejilla de cuando me golpeó. Se había puesto verde. Suspiré. Cada vez que Clint me golpeaba era como si quisiera arruinar mi belleza. No funcionaba. Eso era lo único que yo tenía. No me abandonaría fácilmente.
No salí de la habitación. Si él quería que yo no hablara con nadie, eso haría, me quedaría ahí. Tomé una silla, la puse junto a la ventana de la terraza y me senté. No me puse zapatos. Sentí el aire que se filtraba en mis dedos de los pies. Era agradable. Aún así mi espíritu y mi cuerpo se sentían tan rotos que hasta respirar era difícil.
En algún momento apareció la misma mujer de antes para decirme que debía ir a comer. La ignoré. Después ella llevó la comida. Iba a dejarla sobre una mesa cuando la miré.

— Por favor, llévese eso— le dije—. Estoy bien, gracias.

Me miró y por un momento pareció asustada. Mi aspecto debía dar un poco de miedo. Eran muchas marcas después de todo. Ella asintió y se llevó todo.
Me quedé mirando la ventana. Era muy pacífico todo ahí. Pero yo no tenía tiempo para eso.
Tomé mi teléfono. Le llamé a Gabe.

— ¿Majestad?— dijo.
— ¿Podrías investigar qué pasó con Boris?— dije con inquietud.
— ¿Sabe lo que le sucedió?
— No— mentí—, ¿Qué le pasó?
— Lo golpearon al parecer. Pero está bien.

Eso fue increíblemente aliviante. Me hizo sentir mejor.

— ¿Podrías decirle que yo estoy bien?— dije.
— ¿Usted? ¿Por qué, le sucedió algo? ¿Majestad?

No quería responder a nada. No sabía qué decir.

— Simplemente dile que me encuentro perfectamente. Es todo— dije.

Terminé la llamada. Al menos no lo mataron. Clint no sabía sobre nosotros así que no tenía razones. Al parecer por más enojado que estuviera, sí me escuchaba. Sus intenciones eran asustarme, no matarlo. Era un genio haciéndote creer que ya todo estaba perdido. Llevándose a personas que querías. Así te castigaba. Golpearte era fácil. Él sin duda era muy creativo.
En ese momento lo único que me mantenía con vida eran mis ganas de poder lastimarlo. Porque aquella cadena colgaba de mi cuello de nuevo. En algún momento me la puso. La odiaba. Me encontraba pensando en eso cuando él entró. Se acercó. No lo miré. Observé las nubes por la ventana, como si eso pudiera hacer que el miedo que sentía se fuera.

— Ven, tienes que comer algo— dijo.
— Estoy bien— mentí.
— No tengo tiempo para esto. Irás a comer aún si no quieres— dijo molesto.
— No tengo hambre.
— ¿Estás tratando de hacerme enojar?

No dije nada. Sólo miré mis manos. Tenía miedo. Pero ya me daba igual qué pasara conmigo.

— Bien— dijo enojado—. Como quieras.

Se fue. Suspiré y miré nuevamente la ventana. El aire era refrescante. Golpeó mi cara. No habían nubes en el cielo azul. Me levanté. Caminé hasta la terraza y miré hacia abajo. No era muy alto. Me senté sobre el barandal. Entonces esas voces que aparecían en mi cabeza y me decían cosas aterradoras, me metieron una idea que no se fue. Imaginé que si caía desde ahí Clint se sentiría mal por eso. Resultaba muy tentador, sólo tenía que saltar. Me tomaría unos segundos. Me dolería pero... él sufriría. Quizá hasta no me pasaría nada. Parecía posible. No lo descubriría si no lo intentaba.

— ¿James?— dijo Jack.

Me giré. Lo miré. No esperaba verlo. Imaginé que debió ir con Clint y decidió ir a visitarme. Generalmente me ponía feliz sólo de verlo pero en ese momento no podía sentirme así por más que tratara. Tenía miedo y estaba demasiado cansado. Quería irme a casa. Quería cerrar los ojos y no despertar nunca. Las voces en mi cabeza estaban gritando que saltara cuando él habló.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora